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martes, 23 de octubre de 2012

El futuro de Europa



 François Hollande | Presidente de Francia »
“La gran amenaza para Europa es que la veamos como ventanilla o reformatorio”

En una entrevista concedida en el Elíseo, François Hollande reflexiona sobre el futuro de Europa
El mandatario sostiene que no se puede "imponer la cadena perpetua a los países que han tomado decisiones difíciles” y aboga por una UE de varias velocidades
Berna González Harbour
París, Francia, 17 de octubre del 2012.- Los jardines del Elíseo, los suelos encerados y los grandes espejos que multiplican desde todos los ángulos el movimiento acompasado y tranquilo de los exclusivos servicios de protocolo e intendencia uniformada de la Presidencia no han cambiado prácticamente desde 1848, cuando este palacio requisado a la aristocracia se convirtió en sede y símbolo de la República. Lo que sí ha cambiado en solo meses —minutos para la historia— es la atmósfera que indefectiblemente se cuela con cada jefe a pesar de los rigores del lugar. Si hasta hace poco era Sarkozy quien recibía a sus visitas con su hiperactividad, sus gafas de sol y una teatralidad gestual que todo lo llenaba, hoy es François Hollande, de 58 años, quien ha incorporado ese toque de seriedad y quietud que le acompaña.

Y sin embargo, no es quietud precisamente lo que quiere.
Frente a una Alemania que frena los planes de la unión bancaria acordados en junio, claves para España, promete dar la batalla para acelerarlo. Frente a unos países del sur de Europa ahogados por la austeridad, insiste en mantener la bandera desplegada del crecimiento. La batalla que este jueves y viernes librarán los socios europeos promete renovar el viejo enfrentamiento que está lastrando las soluciones a la crisis: aceleración o freno; solidaridad o rigor extremo.
Otras cosas, sin embargo, no han cambiado: la unión política, dice Hollande mientras recibe a seis periódicos europeos para esta entrevista, mejor después; de un tratado constitucional, mejor nos olvidamos; y ya puestos, adelante con la Europa a varias velocidades.
La primera vez que esta periodista entrevistó a Hollande, en 2004, Zapatero acababa de ganar en España y él visitaba Madrid en busca de inspiración para unos socialistas franceses maltrechos. Lo recuerda bien: “Era un gran tiempo de esperanza en España”.
    El papel de Francia debe consistir en decir sin descanso a nuestros socios que la austeridad no es una fatalidad
Y eso, al igual que la atmósfera del Elíseo, también ha cambiado. Hoy, en el mejor de los casos, la esperanza de cambio está en Francia.
Pregunta. La Unión Europea (UE) ha sido galardonada con el premio Nobel de la Paz en vísperas de un nuevo consejo europeo, en el que usted participa, que va a intentar, una vez más, salvar el euro. Este premio les da a todos una responsabilidad añadida. ¿Cómo van a salvar el euro y Europa?
Respuesta. La concesión del premio Nobel a la UE ha sido a la vez un homenaje y un llamamiento. El homenaje es para los padres fundadores de Europa, por haber sido capaces de construir la paz después de una carnicería. Y el llamamiento es para los gobernantes de la Europa de hoy, para que sean conscientes de que es obligatorio reaccionar. Sobre la salida de la crisis de la eurozona, creo que estamos listos porque tomamos las decisiones acertadas en la cumbre del 28 y el 29 de junio y vamos a aplicarlas con la mayor rapidez posible. Para empezar, arreglando de forma definitiva la situación de Grecia, que tantos esfuerzos ha hecho y a la que hay que garantizar que va a permanecer en la eurozona. Después, respondiendo a las demandas de los países que han hecho las reformas exigidas y deben disponer de financiación a un precio razonable. Por último, poniendo en marcha la unión bancaria. Quiero que todo esto se arregle de aquí a fin de año. Entonces podremos abordar el cambio de nuestros modos de tomar decisiones y la profundización de nuestra unión. Esa será nuestra gran tarea para el comienzo de 2013.
    Lo que nos amenaza no es la nación, es el nacionalismo. No es Europa, es la falta de Europa
P. Esos países que han hecho esfuerzos, en efecto, con grandes sacrificios para su población, no ven mejoras. ¿Cuánto tiempo cree usted que van a poder resistir sin un cambio de estrategia que permita relanzar el crecimiento?
R. Desde mi elección, he hecho todo lo posible para que Europa adopte como prioridad el crecimiento sin poner en tela de juicio la seriedad presupuestaria, que es algo indispensable debido a la crisis de las deudas soberanas. Porque estoy convencido de que, si no damos un nuevo aliento a la economía europea, las medidas de disciplina, por muy deseables que sean, no podrán traducirse en nada. La vuelta al crecimiento significa movilizar financiación a escala europea, y ese es el pacto que aprobamos en junio, pero también mejorar nuestra competitividad y coordinar nuestras políticas económicas. Los países que están en superávit deben relanzar su demanda interior mediante un aumento de sueldos y una bajada de retenciones, es la mejor forma de expresar su solidaridad. No es posible, por el bien de todos, imponer una cadena perpetua a unas naciones que ya han hecho sacrificios considerables si sus poblaciones no ven, en algún momento, los resultados de sus esfuerzos. ¡Hoy es tan importante la amenaza de la recesión como la de los déficits!
P. ¿Cómo piensa superar la división que subsiste entre los partidarios de la austeridad y los del crecimiento?
    La unión política es la etapa que seguirá a la unión presupuestaria y bancaria
R. Francia tiene la responsabilidad, por ser uno de los grandes países de la UE, de lograr ese compromiso entre el desendeudamiento y el crecimiento, para transformar la perspectiva. Creo que hay dos instrumentos imprescindibles. El primero es la confianza. Cuanto antes salgamos de la crisis de la eurozona, es decir, antes podamos arreglar la situación griega y antes consigamos financiar a tipos de interés razonables las deudas de los países bien gestionados, antes regresarán los inversores a la eurozona. Disponemos de todos los medios para actuar: el Mecanismo Europeo de Estabilidad, reglas de intervención del Banco Central Europeo. Utilicémoslos. El segundo instrumento consiste en dar coherencia a la política económica europea. Hemos definido un pacto de crecimiento, y ahora debe ponerse en práctica. Algunos dirán que 120.000 millones de euros es demasiado poco. Pero lo que cuenta es que se gasten deprisa y bien. El presupuesto europeo es un factor de estímulo de la economía, sobre todo a través de los fondos estructurales. Ahora bien, yo propongo que vayamos más lejos, que movilicemos recursos suplementarios. La tasa sobre las transacciones financieras va a ser objeto de una cooperación reforzada. Once países la han aprobado. Me gustaría que el producto de esta tasa se destine en parte a proyectos de inversión y en parte a un fondo de formación para los jóvenes. El papel de Francia debe consistir en decir sin descanso a nuestros socios que la austeridad no es una fatalidad.
P. Dice usted que estamos cerca de la salida de esta crisis. Para remotivar a los ciudadanos de Europa, para “devolverle la magia”, ¿Qué idea de Europa apoya usted? ¿Una Europa federal? ¿Una Europa de naciones?
    Acabemos con esas cumbres 'a la desesperada', esas cumbres 'históricas', esas citas excepcionales
R. El debate no es el mismo que a comienzos de los años sesenta: la Europa de las patrias, la federación... Entonces había seis países, después ocho, después 12, hoy somos 27 y pronto seremos 28 con Croacia. Europa, al cambiar de dimensión, ha cambiado de modelo. Mi postura es la de una Europa que avance a varias velocidades, con diferentes círculos. Podemos llamarlos la vanguardia, los Estados precursores, el núcleo duro, no importa, lo que cuenta es la idea. Tenemos una eurozona con un patrimonio que se denomina moneda única y que requiere una nueva forma de gobernar. Esta eurozona debe asumir una dimensión política. Estoy a favor de que el eurogrupo, que reúne a los ministros de Finanzas, refuerce sus poderes, que el presidente del eurogrupo tenga un mandato reconocido, claro y suficientemente largo. También soy partidario, y así se lo he dicho a mis colegas de la eurozona, de una reunión mensual de los jefes de Estado y de Gobierno de estos países. Acabemos con esas cumbres “a la desesperada”, esas cumbres “históricas”, esas citas excepcionales. Y que en el pasado no han logrado más que éxitos efímeros. Los mercados actúan todos los días, las decisiones de las empresas son instantáneas. Europa no puede seguir yendo con retraso. El Consejo de la zona euro permitirá coordinar mejor la política económica y tomar, país por país, las decisiones apropiadas. Y eso no excluye a los demás países. Los que quieran incorporarse a la eurozona estarán vinculados a nuestros debates. Pero algunos países no lo desean: están en su derecho. Ahora bien, ¿por qué van a venir entonces a decir cómo hay que dirigir la eurozona? Es una pretensión que no me parece que responda a nuestro deber de ser coherentes. Además de todo eso, está esa Europa de los 27, pronto 28 y en el futuro más. Es un espacio político de solidaridad, un gran mercado, una voluntad de convergencia económica, social, cultural. Me gustaría darle una nueva dimensión para la juventud, la universidad, la investigación, la energía. Pero esta Unión amplia no puede impedir cooperaciones reforzadas, las que quieran entablar unos Estados determinados entre sí, con desembolsos de recursos aparte del presupuesto europeo. Es el caso de la tasa sobre las transacciones financieras
    Ya nadie piensa que el euro vaya a desaparecer ni que la eurozona vaya a estallar en pedazos. Pero la perspectiva de que va a conservar su integridad no es suficiente
P. Algunos hablan de crear un embrión de parlamento de la eurozona que esté aparte. ¿No corre la UE el riesgo de quedar reducidos a los países del euro, una Europa de dos velocidades?
R. Ya hay una Europa de varias velocidades. Pero el Parlamento Europeo tiene la vocación de representar a toda Europa y, si la eurozona se estructura aún más, es perfectamente capaz de definir procedimientos democráticos reforzados dedicados a los países miembros de la eurozona dentro del Parlamento Europeo.
P. Para una Europa más integrada con la unión política, quizá incluso una política de defensa, ¿no es necesario un nuevo tratado constitucional que se someta a referéndum?
R. Creo recordar que en 2005 intentamos esta solución y que no dio los resultados esperados... Porque, antes de lanzarse a una mecánica institucional, los europeos deben saber qué es lo que quieren hacer juntos. El contenido debe importar más que el marco. Se invoca con frecuencia el obstáculo institucional para no tomar decisiones. No se me escapa que quienes más hablan de unión política han sido a veces los más reacios a tomar las decisiones urgentes que la harían ineludible.
P. ¿Los alemanes?
R. No. Han hecho en varias ocasiones propuestas sinceras sobre la unión política que no han encontrado acogida. Hoy estamos de acuerdo. Francia defiende la “integración solidaria”: cada vez que demos un paso hacia la solidaridad, la unión, es decir, el respeto a las reglas comunes en torno a una gobernanza, debe avanzar. La unión bancaria, que nos conducirá a tener una supervisión cuyo órgano será el banco central, y que permitirá una resolución de las crisis e incluso una recapitalización de los bancos, es una competencia muy importante. Esta solidaridad no puede producirse sin controles democráticos, y la unión bancaria, que pretende controlar los aspectos financieros, será una etapa fundamental de la integración europea.
P. ¿Qué capacidad real tiene Francia de convencer a Alemania y los países más reacios para que se siga ese camino?
R. Tomamos decisiones conjuntas en el Consejo Europeo de junio. Y hubo unas indudables consecuencias positivas: la calma volvió a los mercados. El BCE contribuyó aclarando sus modalidades de intervención. Es decir, por lo que a mí respecta, todo el Consejo europeo del 28 de junio, nada más que el Consejo europeo del 28 de junio, pero aplicado con la mayor rapidez posible. El objetivo es regularizar todo de aquí a fin de año. Ya nadie piensa que el euro vaya a desaparecer ni que la eurozona vaya a estallar en pedazos. Pero la perspectiva de que va a conservar su integridad no es suficiente. Ahora debemos salir de la crisis económica.
    No se puede admitir que en un mismo espacio monetario haya países que se financien al 1% a 10 años y otros al 7%
P. ¿Entonces, la unión política no es para ahora?
R. La unión política será después, es la etapa que seguirá a la unión presupuestaria, la unión bancaria, la unión social. Dará un marco democrático a lo que hayamos conseguido en materia de integración solidaria.
P. ¿Para cuándo prevé usted esta unión política?
R. Después de las elecciones europeas de 2014. El futuro de la Unión será el gran reto de esa consulta. Es la condición para movilizar a los ciudadanos y elevar los índices de participación en torno a un auténtico debate, el del futuro de Europa. Los partidos europeos tendrán que presentar sus propuestas, en contenido, marco institucional y personalidades, de tal manera que les permita llegar, en especial a la presidencia de la Comisión Europea.
P. Se oyen muchas voces contra el objetivo de reducir el déficit al 3% del PIB. Claude Bartolone [presidente de la Asamblea Nacional francesa] ha llegado a calificarlo de “absurdo”. ¿Es posible llegar a un acuerdo europeo para aplazarlo un año?
R. No todos los países están en la misma situación. Y dependerá mucho de nuestras decisiones en materia de disciplina presupuestaria y crecimiento. Esta discusión se desarrollará en 2013. Pero, por lo que respecta a Francia, he fijado el objetivo de reducción del déficit en un 3% para 2013 y de restablecimiento del equilibrio de las cuentas públicas en 2017. Por una razón sencilla: de 2007 a 2012, la deuda pública en Francia pasó del 62% del PIB al 90%. Prolongar esa tendencia no sería sostenible. Además, el objetivo, a escala Europea, es armonizar los tipos de interés en la eurozona. La política monetaria y la política presupuestaria deben coordinarse. No se puede admitir que en un mismo espacio monetario haya países que se financien al 1% a 10 años y otros al 7%.
P. Su elección creó enormes expectativas. ¿Qué le diría a un griego en paro, que no tiene dinero para ir al médico?
R. Que voy a hacer todo lo posible para que Grecia permanezca en la eurozona y tenga los recursos indispensables de aquí a fin de año sin que sea necesario imponer nuevas condiciones aparte de las que ya ha ha aceptado el Gobierno de Samaras. Pero también me dirijo a españoles y portugueses, que están pagando caros los desaguisados cometidos por otros: ha llegado la hora de ofrecer una perspectiva que no sea solo la de la austeridad. España debe poder conocer las condiciones concretas para acceder a las financiaciones previstas por el Consejo Europeo del 28 de junio. No tiene sentido seguir añadiendo lastre. Francia es el nexo de unión entre la Europa del norte y la Europa del sur. Rechazo la división de Europa. Si Europa se reunificó no fue para caer a continuación en el egoísmo, el sálvese quien pueda. Nuestro deber es fijar reglas comunes en torno a principios de responsabilidad y solidaridad. Como francés, hago todo lo posible para que los europeos sean conscientes de que pertenecen a una misma comunidad.
P. ¿Se lo dice también a Angela Merkel?
R. Ella lo comprende a la perfección. La prueba es que ha ido a Atenas.
    Dejemos de pensar que hay un solo país que paga por todos los demás. No es verdad
P. ¿Les preocupa la resistencia creciente en Alemania a la solidaridad con los países del sur?
R. ¡Pero la solidaridad es cosa de todos, no solo de los alemanes! Los franceses, los alemanes y todos los europeos, en el marco del Mecanismo Europeo de Solidaridad (MES). Dejemos de pensar que hay un solo país que paga por todos los demás. No es verdad. A cambio, soy consciente de la sensibilidad de nuestros amigos alemanes ante el problema de la deuda. Quien paga debe controlar, quien paga debe sancionar. Estoy de acuerdo. Pero la unión presupuestaria debe lograrse mediante la mutualización parcial de las deudas, a través de los eurobonos. Sé también lo que pesan los recuerdos de la hiperinflación, transmitidos de generación en generación en Alemania. Las modalidades de intervención del BCE evitan todo peligro de ese tipo, porque acude en apoyo de las decisiones tomadas en el seno del MEE. ¿Y que es el MEE, sino los Estados? Es decir, el BCE no va a emitir moneda para ayudar a los países endeudados. Contribuirá a dar más eficacia a la política monetaria. Asimismo he tenido en cuenta los argumentos democráticos planteados en Alemania. Reconozco que los parlamentos deben poder autorizar los compromisos exigidos a los Estados tanto en el marco de la unión presupuestaria como en el de la unión bancaria. Estos principios comunes nos permitirán construir una solidaridad. Pero no hay tiempo que perder. Francia está lista.
P. En esta Europa de varias velocidades, ¿qué lugar ocupará el eje París-Berlín? ¿Es el primer círculo?
R. Es el eje lo que permite la aceleración. Y, por tanto, el que también puede ser el freno si no se pone de acuerdo. De ahí la necesidad de esa coherencia entre Francia y Alemania. Tenemos la obligación de estar unidos; pero eso exige tener un sentido elevado de los intereses europeos y, por tanto, del compromiso. En mi opinión, no debe ser una relación exclusiva. Europa no se decide entre dos. La amistad francoalemana debe agregar, asociar, reunir. Por eso tengo cuidado de no crear divisiones entre países supuestamente grandes y pequeños, entre países fundadores y países que se nos unieron después. Europa necesita a todos, no es solo una relación entre Gobiernos. Las instituciones comunitarias, Comisión y Parlamento, deben desempeñar su papel. Y apela además a una ambición. La visión que se confió históricamente a Francia y Alemania. Si nosotros pudimos unirnos, cómo no vamos a ser capaces de conseguirlo entre todos. Es lo que recordaremos durante las ceremonias del 50º aniversario del Tratado del Elíseo.
P. En su relación personal con Angela Merkel, ¿qué ha aprendido de ella?
R. Es una persona clara, que dice las cosas... Eso permite ganar tiempo. Y yo tengo la misma actitud. Después, desde nuestros respectivos puntos de partida, buscamos el mejor punto de encuentro. Es más fácil con puntos de partida explícitos que con puntos de partida ambiguos y no podemos reprochar a Merkel que sea ambigua. No tenemos el mismo calendario, a mí me eligieron hace cinco meses y la canciller tiene sus elecciones dentro de 10, pero eso nos hace no aplazar las decisiones.
P. ¿Y usted, qué le aporta?
R. Pregúntenselo a ella. Creo que es consciente de que la alternancia en Francia ha creado una nueva situación. Es muy sensible a las cuestiones de política interior y a las exigencias de su Parlamento. Lo entiendo y lo respeto. Pero todos tenemos nuestra propia opinión pública. Nuestra responsabilidad común es que prevalezca el interés de Europa.
    Es más fácil con puntos de partida explícitos que con puntos de partida ambiguos y no podemos reprochar a Merkel que sea ambigua
P. Se supone que usted es europeísta, pero, durante la campaña, solo habló del “sueño francés”, nunca del “sueño europeo”. ¿Qué apego personal tiene a Europa?
R. El ideal europeo está contenido en el sueño francés. Desde siempre. Los revolucionarios de 1789 imaginaron una nación abierta a todos los ciudadanos de Europa. Victor Hugo fue el primero que habló de unos Estados Unidos de Europa. Después de la carnicería de 1914-1918, Aristide Briand ya defendía la idea de Europa en nombre de la paz. En el momento de la liberación, tanto para Jean Monnet como para Charles de Gaulle, construir Europa era reconstruir Francia. François Mitterrand concibió su presidencia en nombre de Europa. Esa es la perspectiva a la que me adhiero yo. Lo que deseo para mi país es que recupere el orgullo y la capacidad de renovar la promesa republicana dirigida a la juventud. ¿Por qué soy europeo? Porque Europa nos permite llegar a eso. Y si se produce una fractura entre Europa y la patria, entonces el peligro será perder al mismo tiempo la cohesión nacional y el ideal europeo.
P. ¿Es lo que sucedió en 2005 con el referéndum?
R. Fue una seria advertencia. Y no se hizo caso. El reto actual es recuperar la confianza en nosotros mismos y en Europa. Lo que nos amenaza no es la nación, es el nacionalismo. No es Europa, es la falta de Europa.
P. ¿Se arriesgaría a que Gran Bretaña abandone Europa?
R. Quiero un Reino Unido plenamente involucrado en la construcción de Europa, pero no puedo decidir por los británicos. He visto que por el momento les gustaría estar más apartados. Los británicos están vinculados por compromisos que asumieron en su día. No pueden desentenderse. Ahora, por lo menos, hay que reconocerles que lo dicen a las claras. No están ni en la eurozona ni en la unión presupuestaria. Por mi parte, no quiero obligarles.
P. ¿Cuál es la mayor amenaza que pesa sobre Europa?
R. La de que ya no la queramos. La de que se considere, en el mejor de los casos, una mera ventanilla a la que acudamos, unos en busca de fondos estructurales, otros de política agrícola y un tercero en busca de un cheque, y en el peor de los casos, un reformatorio. Tiene que dar sentido a su proyecto y eficacia a sus decisiones. Pero, a pesar de todo, Europa sigue siendo la más bella aventura de nuestro continente. Es la primera potencia económica del mundo, un espacio político de referencia, un modelo social y cultural. Merece que reaccionemos para renovar la esperanza.
P. ¿Ha pasado lo peor?
R. Lo peor, es decir, el temor a la ruptura de la eurozona, sí, creo que ha pasado. Pero lo mejor no ha llegado todavía. Tenemos que construirlo nosotros.
Entrevista realizada por:
Sylvie Kauffmann (Le Monde), Angelique Chrisafis (The Guardian), Berna González Harbour (EL PAÍS), Jaroslaw Kurski (Gazeta Wyborcza), Alberto Mattioli (La Stampa) y Stefan Ulrich (Süddeutsche Zeitung)
Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia

Carlos Slim | Empresario mexicano »
“Más que una crisis de Europa, vivimos un cambio de civilización”
El magnate mexicano opina que “Europa debe vender activos e invitar al sector privado a que haga la inversión que el Estado ya no puede seguir haciendo”
Salvador Camarena
México, DF, 17 de octubre del 2012.- A los 72 años de edad, el hombre más rico del mundo hace un alegato en contra del retiro a temprana edad. Carlos Slim Helú tiene una apretada agenda y no ha terminado una reunión cuando ya se están congregando en torno a su mesa los convocados a la siguiente. En esta entrevista sobre la situación europea argumenta que en su modelo actual el Estado de bienestar construido en Europa se ha vuelto insostenible. Explica que, entre otras cosas, se requieren ajustes para garantizar que quienes están en el paro reciban capacitación para empleos ligados a las nuevas necesidades. Aboga además por establecer una edad de retiro más alta que incluya un esquema donde en los últimos años se trabajen menos, aunque más largas, jornadas laborales.
El presidente honorario de Grupo Carso (América Movil) ofrece su consejo para salir más pronto de la crisis: “Lo que Europa debe hacer son dos cosas: vender activos, que bajen su endeudamiento y sus déficits, pero también invitar al sector privado a que haga la inversión que el Estado ya no tiene por qué seguir haciendo”.
Pregunta. Recientemente usted declaró en una entrevista: “Tú lees los números y los números te dicen lo qué está pasando”. ¿Qué le dicen los números de Europa? ¿Que está pasando ahí?
Algunas políticas recesivas que se están siguiendo para hacer los ajustes agudizan más el problema
Respuesta. Es una combinación de números, de conceptos y tiene también que ver incluso con la historia y la evolución de las cosas. Desde hace 10.000 años, en las sociedades la tecnología ha ido provocando los avances de civilización: la rueda, el alfabeto, la navegación, los molinos, todo. Ese avance normalmente ha sido paulatino, continuo. Pero de repente hay grandes cambios tecnológicos, revoluciones tecnológicas, que provocan grandes cambios de civilización. Pasó con la sociedad industrial, sobre todo en su segunda etapa, a principios del siglo XX, y ahora con la sociedad tecnológica, avanzada, acelerada. Después de pasar por una época posindustrial estamos viviendo esta nueva civilización en la que los paradigmas son muy diferentes a los de las sociedades agrícolas, en donde el poder era monolítico, había esclavitud, no había derechos humanos. Hoy estamos 180 grados al revés, esta nueva civilización es de democracia, libertad, derechos humanos, cuidado del medio ambiente, competencia, productividad, globalización... Este gran cambio tecnológico tiene muchas consecuencias. Después de la II Guerra Mundial ha habido un gran desarrollo de Europa, un gran crecimiento económico, crecimiento de la población también, pero sobre todo un gran crecimiento de la incidencia fiscal de los gobiernos, que hacen una recaudación sustancialmente alta del producto interno y, además de eso, tienen déficit. Entonces están tomando una gran parte del producto interno. Y las razones principales de lo que está pasando son que, después de la II Guerra Mundial, los gobiernos y el Estado establecieron un Estado de bienestar cada vez mayor que ya se volvió insostenible. Es necesario hacerle algunos ajustes a este Estado de bienestar establecido. Se necesitan algunos cambios estructurales, que se ve que no están haciendo, y están acudiendo a la tradicional receta del ajuste del déficit fiscal a través de aumento de impuestos o reducción de gasto público. En ese Estado de bienestar las personas se están jubilando a los 60 años en algunos lados, cuando la esperanza de vida cuando alguien llega a los 60 años probablemente es de 85 o más años, y es de esperar que siga creciendo. Hay programas de salud universal, que son muy importantes, pero poco eficientes y muchas veces abiertos a los turistas. Entonces empieza a haber un seguro de salud que no obedece a causas normales, sino que los turistas se aprovechan de esas condiciones para hacer uso de los servicios médicos, acceder a operaciones quirúrgicas o prótesis yendo al país que los ofrece gratuitamente. Lo más grave que está pasando, y ahí sí los números hablan de una manera implacable, es la gran cantidad de desempleados, especialmente jóvenes. Eso desde el punto de vista social, económico y en general es muy preocupante en el caso de Europa. Y no se ve que se esté pensando en la solución de ello. Ya no es importante si el PIB crece un punto o dos o menos dos. De todas maneras los niveles de ingreso per cápita siguen siendo altos, no habrá una regresión a niveles de subdesarrollo. Lo grave es que ya los niveles de desempleo son muy altos, y que algunas políticas recesivas que están siguiendo para hacer los ajustes agudizan más el problema.
P. ¿Qué cambios estructurales se requieren para el Estado de bienestar?
R. La edad de retiro debe ser mayor, porque en el pasado eran sociedades de mucho trabajo físico, en la sociedad industrial había que estar en la máquina, había que trabajar físicamente y había un gran desgaste. Ahora son sociedades de servicios, en donde lo importante no es la fuerza física ni el trabajo físico, sino la experiencia y el conocimiento. En una sociedad del conocimiento, es una tristeza que a la mejor edad del ser humano alguien deje de estar ocupado cuando a los 60 años está en su mejor momento.
El actual estado de bienestar ya se volvió insostenible. La edad de retiro debe elevarse
P. ¿Usted ya estaría retirado?
R. ¡Uy, desde hace mucho! Eso es absurdo. En una sociedad del conocimiento la gente con más experiencia y conocimiento se desaprovecha porque se queda sin trabajo. Creo que debe haber una jubilación mucho más tardía. Yo diría a los 70 años por dar una cifra, pensando en que las personas van a vivir 85 y más años; cuando ya una persona llega a los 65 o 70 años la esperanza de vida es mayor, la esperanza de vida hoy puede ser 75 o 77 cuando se nace, pero el que ya libró los primeros 70 años de vida se puede ir más para adelante. Cuando ya llegó uno a esas edades la esperanza es mayor. Por otro lado creo que hay que buscar por supuesto continuar con la salud universal, más eficiente, mejor cuidada, regulada, evitando los abusos, con más inteligencia. También debe haber redes de protección social a un nivel adecuado y que en los programas de retiro se les pague a las personas por capacitarse para una reconversión laboral. Es decir: yo no tengo empleo, entonces en lugar de que me den 1.000 euros, sí, que me los den, pero tengo que ir de tal hora a tal hora a capacitarme en equis número de actividades en las que va a haber demanda laboral, no en las que ya no hay demanda laboral. Es muy importante que los gobiernos estudien, y en general los especialistas, en dónde se van a generar los nuevos empleos en los próximos 5 o 10 años para desde ahora capacitar a las personas para esos empleos, e impulsar las actividades en donde se van a generar esos nuevos empleos para darle cabida a las personas nuevas que lo demanden. Además también cabe hacer programas de empleo, sobre todo en el caso de Europa, con fórmulas de trabajo de tres o cuatro días. En lugar de cinco días de ocho horas laborales, que se trabajaran tres días de 11 horas. Los tres o cuatro días restantes serían de un descanso que permite leer, actividades de entretenimiento, la convivencia familiar, acceso a la cultura, educación, viajes...
P. Es un cambio cultural.
El sistema nervioso de esta civilización es la tecnología de la información
R. Estamos viviendo un cambio de civilización total, con nuevos paradigmas y lo que tenemos que hacer son los cambios estructurales que este requiere. Hay que hacer los cambios. No es posible pensar en que haya un 50% de jóvenes sin empleo, o 30% o 25%. No es posible pensar que el sistema de bienestar siga creciendo reduciendo la edad a la que se jubila la gente. Los planes de paro o de seguro al desempleo deben estar ligados a una reconversión laboral para que persona que está desempleada hoy, que se dedicaba a cierta actividad, se le prepare para otras actividades, porque si no nunca va a encontrar empleo en lo que sabe hacer, tiene que aprender para tener una capacidad multiempleo, que tenga capacidad para diversos empleos. Cuanta más preparación tiene una persona, más posibilidades tiene de ser una oferta mejor y más facilidad de emplearse. Hace cuatro décadas, Alvin Toffler hablaba de las crisis que se provocan en los cambios de civilización. Lo que está pasando en Europa, y en el mundo en general, es una crisis de cambio de civilización. Al aumentar la productividad, al ser más eficientes, al globalizarse, al dejar de ser competitivos para la producción de ciertos bienes, empiezan a provocarse este tipo de problemas ante los que se tienen que hacer cambios de fondo para resolverlos. Y hablando de números, los números no dan para sostener estos programas. Si se hacen los números de cuánto cuesta el valor actual de la jubilación de la población económicamente activa con empleo y sin empleo, resulta insostenible. Entonces lo que hay que hacer son esos ajustes y, claro, ofrecer algo a cambio, las gentes trabajan más años y trabajan menos horas durante probablemente los últimos 15 años, o los últimos 10 años o 20 años. Está ligado a trabajar más años y probablemente menos días, menos horas y eso permite además una vida más plena. Porque al final lo que combate la pobreza es el empleo, el empleo satisfactorio, que además dignifica a la persona, el empleo no solo es una responsabilidad social, sino una necesidad emocional.
P. Desde los ojos de un inversionista, ¿dónde están en este momento las oportunidades en Europa? ¿En qué sectores?
R. Primero es muy importante que se resuelvan estos problemas estructurales. Veo difícil que los países una vez que han alcanzado el desarrollo regresen al subdesarrollo, no hay muestras sustanciales de ello. Sí hay muestras de que otros avanzan más que ellos, que adelantan... Europa pasará algunos tiempos difíciles, pero habrá que llegar a encontrar las soluciones y continuar su desarrollo. Hay actividades que van a ser más generadoras de empleo, porque son actividades que van a ser más intensas y amplias en su funcionamiento. Una de ellas es la tecnología de la información, son campos atractivos, con futuro. Por supuesto la salud va a ser muy importante como inversión, la educación, el entretenimiento, el cuidado de las personas mayores, el turismo... En el momento en que se corrijan las cosas todas estas actividades van a ser generadoras de empleo. Muchas de las que van en esa dirección serían interesantes inversiones para las personas en Europa y en el mundo, en cualquier lugar van a ser cada vez más demandantes, con más inversión, con más actividad económica y más empleo. Es una sociedad, debe estar muy claro, la mundial, de servicios.
Creo que haciendo las correcciones Europa sigue siendo una zona con un gran potencial de desarrollo
P. Aunque todo el mundo está muy preocupado y pesimista, usted está haciendo inversiones en Europa ¿es sintomático de que ya está esperando la recuperación?
R. No, no. Pero creo que las inversiones en negocios de tecnología son muy intensivas en capital, y hay cambios tecnológicos muy rápidos y siempre ha sido uno de nuestros principios mantenernos en la vanguardia de la modernidad y de la tecnología. El que no invierte, si ya está en el negocio, pierde calidad en sus servicios, pierde la alternativa de ofrecer más servicios o pierde participación de mercado y atención a sus clientes. Los clientes van a escoger a aquellas empresas que tengan inversiones que les permitan ofrecer los servicios de vanguardia, la preferencia de los clientes en general están ligadas a ello, y por eso es muy importante en este sector que hagamos estas inversiones. El sistema nervioso de esta civilización es la tecnología de la información y estamos al principio de su desarrollo. Aunque lo que hemos visto en estos últimos 10 años es enorme y muy importante, estamos al principio. El potencial de inversión y de actividad en estos campos creemos que es muy grande.
P. Sus inversiones, como las recientes en empresas telefónicas de Holanda y Austria, ¿constituyen el principio de una estrategia de incursión más agresiva en el mercado europeo?
El tipo de cambio del euro es tan alto que le quita competitividad a Europa
R. Ya lo estamos haciendo, porque el objetivo de haber entrado en forma minoritaria es apoyar a la administración y a las empresas, principalmente, para que incrementen sus inversiones para poder tener una mejor infraestructura, lo más avanzada que se pueda, e impulsar la inversión de estas empresas.
P. ¿Está descontando que los líderes europeos se van a tener que poner de acuerdo muy pronto?
R. No veo por qué tiene que ser una decisión conjunta, cada país debería tomar sus propias decisiones. Lo que necesitan hacer son los cambios estructurales y cada país debe hacerlos y corregir. Cuando un país europeo tiene una captación fiscal muy grande y además tiene un déficit, creo que en algunos casos más de la mitad del producto interno lo manejan los gobiernos, incluyendo el déficit fiscal, y aparte de que tiene una gran captación fiscal, tiene también endeudamiento porque tiene déficit fiscal, pues ¿cómo puede corregir esos déficit fiscales excesivos? Supuestamente subiendo ingresos, es decir, subir impuestos, que ya son altos; o bajando egresos que significa recesión, o vender activos. Yo creo que lo que debe hacer Europa es vender activos. El Estado hace demasiadas cosas. Lo que debe hacer son dos cosas: vender activos, que bajen su endeudamiento y sus déficits, pero también invitar al sector privado y a esos grandes recursos que hay en todo el mundo, por la política monetaria laxa que hay en Estados Unidos y en Europa también, y por las bajas tasas de interés, a que hagan la inversión que el Estado ya no tiene por qué seguir haciendo. Uno de los paradigmas de esta nueva civilización es que el Estado se hace más chico y la sociedad civil se hace más grande. El mundo está atrasado en ese sentido. Tiene que haber una mayor promoción de la sociedad civil, que participe más en muchas actividades de gobierno, pero también que invierta en lugar de que todo lo tenga que invertir el Estado, por ejemplo en las autopistas. Hasta los hospitales y las escuelas pueden ser financiadas con dinero privado y con eso el Estado quita presión a sus necesidades financieras. Se necesita inversión para que haya actividad económica y para que haya empleo se necesita actividad económica.
P. ¿Ve resistencia a entrar a ese modelo?
R. No, no sé por qué no se hace. Yo creo que es inercia. Inercia. Porque estamos viendo que además la medicina que se está planteando es la tradicional, es la que se aplica a los países en desarrollo hace muchos años. Antes yo decía que las crisis en los países subdesarrollados las pagaban los consumidores y en los desarrollados, los ahorradores. En los países desarrollados acudían simplemente a bajar la tasa de interés y se componía todo. Pero son tantos los excesos que ha habido, básicamente es un problema de excesos, que hay que sacrificarse ahora, el ahorrador con tasas negativas, y el consumidor con políticas recesivas.
P. ¿Cuál es su posición sobre el futuro del euro?
R. Creo que debe sobrevivir. Deben buscar políticas fiscales que se cumplan. Lo único que podría observar es que un tipo de cambio del euro muy alto, ante un dólar que ha buscado devaluarse con todas las monedas para hacer algunas correcciones de tipo comercial y de cuenta corriente, queda de un nivel tan alto que le quita competitividad a Europa, entonces en muchos sentidos provoca que Europa se vuelva una especie de economía cerrada, en donde solamente los que están alrededor del euro pueden comerciar entre ellos, pero que les cueste trabajo exportar hacia otros lados o tener capacidad competitiva.
P. ¿Cuál es su plan a medio y largo plazo en Europa?
R. Nosotros no vamos a lo coyuntural, lo que estamos invirtiendo es con un concepto de largo plazo. Las inversiones que hemos hecho, y nuestro planteamiento, es de largo plazo. No estamos invirtiendo porque vale 100 y para que suba a 120 o 200 y venderla. Largo plazo en el que por eso se vuelve muy importante la inversión, capex le llaman allá ¿no?, inversiones de capital para tener empresas de vanguardia en los mercados en donde están.
P. ¿A los líderes europeos les ha faltado imaginación, creatividad, arrojo?
R. Se antojaría más liderazgo.
P. ¿Qué de la experiencia mexicana de lidiar con crisis le recuerda lo que está pasando en Europa?
R. Por ejemplo en el sistema bancario sería ideal un poco más la fórmula americana de la capitalización preferente que a fondo perdido, minimizar el pago de la sociedad, que sea más una especie de capitalización temporal, por ejemplo, un saneamiento. Otra cosa: los gobiernos están muy endeudados. ¿La deuda la tiene quién? Privados. Bueno, pues buscar cambiar activos por deuda, reducir las deudas, eliminar los déficit fiscales, bajarlos. He sostenido que en virtud de la crisis de la deuda externa de 1982, y con el Consenso de Washington, nos volcamos hacia el exterior, más exportación, aperturas comerciales, tipos de cambio con flexibilidad para poder exportar mejor con devaluaciones, apertura a la inversión, privatizaciones que sanearon al sistema fiscal de nuestros países... Desde hace varios años creo que es muy importante volcarnos a apoyar el desarrollo de la economía interna, la economía doméstica. Como se van a cerrar los mercados externos creo que es muy importante volcarnos en nuestros países, sin menoscabo de nuestro comercio exterior y nuestra actividad externa, a desarrollar mucho la actividad doméstica. Eso permitiría más actividad, más empleo, subir la masa salarial de manera importante, que va a ser la solución que China va a encontrar, hay que ver qué tanto logra China hacer para que lo que deja de exportar sea sustituido por consumo interno. Lo que debe hacer Europa es corregir sus problemas, hacer los cambios de fondo que tenga que hacer, más allá de que su peso económico en el corto plazo disminuya o se mantenga. Creo que haciendo las correcciones Europa sigue siendo una zona con un gran potencial de desarrollo, que puede estar a la vanguardia en muchos sentidos, sobre todo si hace las correcciones y anticipa muchas de las cosas que habrá que hacer, como lo que hablábamos de la edad de jubilación combinado con los días de trabajo, y que eso dé capacidad de que trabajen otras personas, porque ahorita lo importante es que las máquinas trabajen 24 horas y que las personas sean las que trabajen menos.

Michael Bloomberg | Alcalde de Nueva York »
“Europa necesita liderazgo”
El alcalde de Nueva York subraya la necesidad de líderes fuertes para tomar medidas imprescindibles pero impopulares y la importancia de mantener abierta la puerta a la inmigración
M. Calabresi
Nueva York, EU, 17 de octubre del 2012.- Michael Bloomberg tiene encima de su mesa un reloj que cuenta los días que le quedan a su tercer mandato como alcalde de Nueva York, y lo mira cada mañana: “Es una señal de que me digo: Haz que cada día cuente, porque no te queda mucho tiempo”.
Pregunta. Europa ha dedicado mucho tiempo a buscar la solución a su problema. ¿Cuánta importancia tiene actuar a tiempo en una situación de crisis?
Respuesta. Bueno, la primera vez que surge un problema, si uno no lo arregla, se encuentra con que después es peor. Las cosas no mejoran por casualidad, empeoran por casualidad. Por tanto, creo que los problemas de Europa comenzaron hace tiempo y deberían haberlos afrontado hace tiempo. Dicho esto, todo eso ya es historia, y no se puede revivir la historia, hay que vivir el presente: lo importante no es lo que debería haber hecho Europa sino lo que debería hacer hoy.
"Necesitamos más inmigrantes, porque crean más empleo y crean negocios"
P. ¿Qué cree que deberíamos hacer ahora en Europa?
R. No es fácil dar una respuesta, no hay ninguna que sea indolora. Creo que mejorar la productividad, equilibrar el presupuesto, hacer inversiones de futuro, todo eso hay que hacerlo. Son medidas sobre las que todos dicen: 'Sí, pero cuando las cosas están difíciles o quiero hacer eso, no puedo, porque la gente no va a estar de acuerdo'. Las medidas de austeridad para equilibrar un presupuesto cuando hay una tasa de paro muy elevada son muy difíciles de vender; hacer inversiones a largo plazo, cuyos beneficios se verán dentro de cinco, 10, 20 años, es muy difícil de vender, sobre todo si no hay mucho dinero y a los Gobiernos tampoco les sobra. Cambiar las leyes laborales y abrir las fronteras: es muy difícil convencer a la gente de ese tipo de medidas que aumentan la productividad cuando existen tantos problemas.
P. ¿Cuál es el error que no deberíamos repetir jamás?
el verdadero daño de la crisis de las hipotecas fue que su expansión ocultó un cambio trascendental en la fuerza laboral en todo el mundo
R. Si piensan en la ciudad de Nueva York durante los años setenta, verán que dejó de invertir en el futuro, dejó de vigilar las calles, dejó de recoger la basura, impidió que hubiera nuevas ideas, y la ciudad se vino abajo. La población disminuyó y tardamos dos o tres décadas en salir de aquella situación. Es de esperar que nunca volvamos a cometer aquel error. Hace seis años, yo dije: “Esto no puede seguir así. Los ingresos siguen creciendo, los impuestos son bajos, las inversiones están generando un enorme volumen de nuevos ingresos, en algún momento se acabará”. Así que apartamos 6.000 millones de dólares del dinero de los contribuyentes, ingresos fiscales, y esperamos a cuando hubiera una crisis. Y, por supuesto, la crisis llegó, a partir de 2008, y hemos recurrido a ese dinero, y el año próximo terminaremos de usarlo, pero nos ha servido para superar un periodo muy difícil sin interrumpir nuestras inversiones. Hemos puesto dinero en una nueva línea de metro, cosa que el Estado no quería hacer, hemos construido un nuevo túnel bajo el agua, que ha tardado 50 años en completarse porque nuestros predecesores siempre cortaban el dinero porque tenían otras cosas en qué emplearlo. Hemos arreglado todas las calles de la parte sur de Manhattan y hemos renovado líneas subterráneas de comunicación, conducciones de agua y vapor, electricidad y alcantarillado, hemos hecho cosas de ese tipo que sostendrán la ciudad durante mucho tiempo. Hemos abierto oficinas de turismo en todo el mundo; este año tendremos 52 millones de turistas. Y eso crea muchos puestos de trabajo.
P. ¿Cuántos turistas tenían cuando llegó usted a su cargo?
R. Alrededor de la mitad, hemos tenido un aumento de unos 36 millones a unos 52, un 60%.
P. ¿Cuál es la clave para salir de la crisis?
R. Liderazgo. Europa necesita líderes. No sé cómo saldrá al final, pero podría decirse que David Cameron está actuando como hace falta, que tiene un verdadero presupuesto de austeridad, que no es popular en Inglaterra, en el Reino Unido, pero está ocupándose de los problemas. No sé si tiene razón o no, pero está demostrando el valor necesario para dar un paso al frente y actuar. ¿Se puede hacer eso mismo en España con la tremenda tasa de desempleo? ¿Se puede hacer lo mismo en Grecia o Italia, donde el número de personas que pagan impuestos es relativamente bajo? En Estados Unidos, todo el mundo paga sus impuestos. Quizá haya un puñado de gente que hace trampas, pero todo el mundo hace su declaración, de modo que, si las personas que no pagan son un porcentaje pequeño, es más fácil aplicar la ley, porque perseguirlos es una tarea controlable. Si el 90% de la gente no paga impuestos, ¿por dónde se empieza?
P. ¿Por dónde se empieza?
R. Christine Lagarde, la directora gerente del FMI, es una persona de mucho peso, pero hay un límite a lo que estas organizaciones supranacionales pueden hacer. A la hora de la verdad, los Gobiernos de los distintos países tienen que conseguir convencer a sus votantes, y es difícil levantarse y decir: Tenemos que hacer sacrificios”. Todo el mundo quiere estabilidad fiscal, pero que no me suban los impuestos ni recorten mis programas. Pues muy bien, responde el Gobierno, pero sin eso no se puede tener estabilidad fiscal. La respuesta que reciben es: usted quería ser presidente o primer ministro, discurra la manera.
P. ¿Qué opina de lo que está haciendo Italia para resolver sus problemas y disminuir las repercusiones negativas en Europa?
R. En Italia siempre ha habido joie de vivre. Los italianos poseen un optimismo que está en su cultura. Ahora bien, tienen una enorme cantidad de problemas económicos, probablemente menos que Grecia y probablemente menos que España, y que otros países. Lo fundamental es que han gastado un dinero que no tenían y no han invertido en cosas para el futuro. Lo que resulta más preocupante aquí en Estados Unidos es que hemos cerrado nuestras fronteras y aceptamos a menos inmigrantes, y por lo menos en Nueva York necesitamos más inmigrantes, porque crean más empleo y crean negocios. No sé si eso es así o no en Italia, pero el caso es que se observa una ola de anti-inmigración en toda Europa, desde Irlanda hasta Turquía. De pronto, las diferencias locales son muy importantes. En su día hubo discusiones sobre la inmigración polaca en Europa, pero hoy resulta que Polonia es la superpotencia económica del continente. Hay que traer savia nueva.
P. La crisis comenzó en Estados Unidos con la quiebra de Lehman Brothers en 2008. ¿Cree que Wall Street tiene una parte de responsabilidad en la crisis del euro?
R. Creo que no estoy de acuerdo con su premisa. En mi opinión, Lehman quebró porque toda la gente, en todo el mundo, quería tener una hipoteca, todo el mundo quería que su fondo de pensiones subiera de valor, todo el mundo quería dinero barato, y entre todos creamos esta burbuja. Fue la gente, fue el Gobierno, fue el sector privado, y entonces todo se vino abajo. Tengo 70 años y llevo toda la vida esperando a que alguien invente el movimiento perpetuo, pero nunca lo han hecho. Todas estas cosas suceden en ciclos, se precipita la crisis y luego nos recuperamos poco a poco. Se empiezan a crear excesos, los primeros derivados son así, los segundos derivados son asá, y luego los terceros derivados son un paso malo. En Estados Unidos, el verdadero daño de la crisis de las hipotecas fue que su expansión ocultó un cambio trascendental en la fuerza laboral en todo el mundo. Como todo el mundo estaba construyendo, estábamos creando mucho empleo. Cuando se interrumpió, el empleo dejó de existir. Luego fíjense en la clase media: ¿qué está pasando con sus puestos de trabajo? No pueden vivir con lo que ganan. Unas personas que empiezan a subir en la escala socioeconómica, tienen una familia estructurada, un coche, una casa, lo que tengan que tener: no consiguen un trabajo que les pague un buen sueldo. Lo necesitan, pero no lo consiguen. Hacen cosas que son repetitivas, que pueden ser automáticas y que, en general no tienen que hacerse cerca del cliente, cerca del usuario, de modo que se pueden llevar a cualquier otra parte del mundo en la que haya salarios más bajos. Ese es el problema de la clase media.
P. Durante la actual campaña presidencial, los dos candidatos han criticado a Europa. Da la impresión de que Europa se ha convertido casi en un insulto en la política estadounidense. ¿Se ha ensanchado el Océano Atlántico debido a la crisis económica?
R. El Océano Atlántico siempre ha sido muy ancho. Yo he dado muchas veces este ejemplo: si estuviera usted en Roma, e intentase pagar al taxista en libras esterlinas, el taxista protestaría y se quejaría, pero le llevaría a un banco; en Nueva York, si intentase usted pagar en libras, le llevaría a una comisaría. Sé que el 11 de septiembre nos enseñó que el mundo es más pequeño, pero Europa y Estados Unidos siguen siendo diferentes. Tenemos un gran porcentaje de miembros del Congreso que no tienen pasaporte. Nuestros periodistas nunca han viajado por el mundo, nunca han estado en otras ciudades. Dicen que la crisis aquí es inmensa: una persona tiene que comerse la hamburguesa sin patatas fritas, así que es pobre. ¡Que vayan a otros países donde la gente no tiene nada para comer! Estados Unidos no lo entiende. Creo que no deben preocuparse por las opiniones de Europa ni por las opiniones de Estados Unidos sobre Europa. Los cargos electos los ocupan políticos que quieren que los elijan, así que tienen que echar la culpa a alguien. Hemos creado una cultura en la que alguien tiene la culpa, alguien que no somos nosotros. Por eso atacamos a Europa, por eso atacamos a China.
P. En una situación de crisis, cuando los gobiernos nacionales y locales están recortando las prestaciones sociales, la educación, la ayuda a los pobres, ¿puede ser una solución la filantropía?
R. No, porque las cantidades de dinero son muy distintas. Lo que puede hacer la filantropía es financiar proyectos de prueba, o innovaciones, o ensayos, pero, cuando se trata de ofrecer servicios a 6.600 millones de personas en todo el mundo, la filantropía privada es tan pequeña que es inapreciable. No se puede utilizar dinero público para cosas que no se puede garantizar de antemano que vayan a funcionar. Cosas innovadoras que no se sabe ni en qué van a consistir y mucho menos si van a servir de algo. Y ahí es donde la filantropía sí puede intervenir. Se pueden hacer cosas. Yo di 50 millones de dólares al Sierra Club para contribuir al cierre de centrales de carbón. He gastado 600 millones de dólares de mi bolsillo en tratar de convencer a la gente para que deje de fumar. El tabaco matará a 1.000 millones de personas en este siglo. He invertido 100 millones de dólares hasta ahora en el tráfico, que de aquí a unos años será el quinto mayor asesino del mundo. Es decir, existen cosas que podemos hacer de manera particular, pero, a grandes rasgos, es el dinero público el que debe encargarse. Se puede decidir si se quiere gastar o no y se puede recaudar dinero de la gente que lo tiene.
P. Hablando de prioridades, ¿es posible recortar en la cultura y la educación?
R. Todo tiene su valor. Yo controlo un presupuesto de 65.000 millones de dólares y, durante los últimos años, nuestros ingresos fiscales anuales han permanecido estables, mientras que los gastos aumentan. Así que tengo que encontrar formas de ahorrar. Tengo que mantener seguras las calles. ¿Por qué? Porque, si las calles no están seguras, la gente no vendrá a hacer turismo, no vendrá a vivir, y entonces no tendremos una base de contribuyentes. Así que todo lo demás de lo que vamos a hablar enseguida no podría hacerse si no empezamos con la seguridad. Luego hay que tener ambulancias que acudan cuando uno sufre un derrame o un ataque al corazón. Si se incendia la casa, hay que tener un camión de bomberos que vaya, además de otras cosas. Hay que recoger la basura, si no, tendremos enfermedades y un aspecto terrible, y hay que proporcionar educación. Con esto acabo de darles el 80% del presupuesto de la ciudad que es intocable. Y que tiene que aumentar cada año, en opinión de la mayoría, aunque yo he tenido que reducirlos todos, incluida la policía. He eliminado 5.000 puestos de policía en los últimos 10 años y la ciudad está más segura que nunca. Es decir, gastamos menos dinero en estas cosas, pero debemos encontrar maneras de hacerlo con menos aún, y la respuesta que tienen siempre los gobiernos es dedicar más dinero al problema. Pero existen dos razones para no hacerlo. Si dedicamos más dinero, en primer lugar, estamos despilfarrando el dinero de los contribuyentes. Pero, sobre todo, la gente que se beneficia de ese programa que no funciona sale perdiendo. Cuando tenemos un programa para educar a los niños que no funciona, si invertimos más dinero en él, lo único que estamos haciendo es darles un año más con un sistema que ya sabemos que no funciona, y eso es la mayor tontería que se puede hacer. También debemos tener instituciones culturales, que es como competimos con otras ciudades, y debemos tener parques. La respuesta, por consiguiente, es: no hay que recortar nunca todo ni eliminar por completo una cosa. Hay que fijar las prioridades. Nosotros gastamos 8.500 millones de dólares cada año en nuestro departamento de policía, 22.000 millones de dólares en nuestro sistema de enseñanza pública. No sé lo que gastamos en asuntos culturales, pero unos 200 millones, probablemente. Tenemos que escoger, pero la mayoría de las cosas que hace el ayuntamiento de Nueva York son las cosas que la gente quiere y necesita. A mí me toca la responsabilidad de decir no. Eso es el liderazgo.
P. Política o empresa: ¿cuál será la próxima aventura de Michael Bloomberg?
R. No tengo ni idea, de verdad que no lo he pensado. No trabajo para ningún jefe desde hace 35 años, así que no podría hacerlo ahora, es poco probable. He tenido el mejor cargo oficial que se puede tener, no creo que haya ningún otro cargo de gobierno que me apetezca ocupar, o quizás no conseguiría que me escogieran, porque siempre hay alguien a quien no le gusta mi política en materia de armas, el aborto, los derechos de los homosexuales. ¿Filantropía? Me gusta crear grandes estrategias pero después... Bill Gates es buen amigo mío, trabaja en cuestiones del sida y se ha leído todo lo que se ha escrito sobre el sida. Yo le digo que deberíamos ocuparnos de eso, él es un experto en el tema, que se encargue él y yo le doy dinero. No sé, no sé cómo responder la pregunta. Me iré a descansar unas semanas, llevo 11 años sin vacaciones. Me gustaría recorrer la costa italiana, creo que podría hacerlo durante dos semanas, pero después no sé qué haré. No voy a dar clase, no voy a ser asesor de nadie, no voy a dedicarme a las inversiones: no me va ese tipo de actividades. Yo hago cosas.
P. ¿No ha tenido demasiado éxito en la política para renunciar ahora?
R. Mire, a nadie le caen bien los viejos ricos. El 1 de enero de 2014, cuando expire mi mandato, puedo pronunciar un discurso sobre cómo curar el cáncer, y nadie irá a escucharme. Hay que comprender que uno deja de controlar el escenario, que ya no va a tener el acceso a la prensa que tiene ahora. Es el paso al mundo real, y a algunas personas les cuesta hacer esa transición. A mí no me resultará difícil, porque haré lo mismo que hice cinco minutos después de que me despidieran de Salomon Brothers: tomé la decisión consciente de no volver a pensar en ello. No volver a pensarlo. Esas personas que no dejan de fustigarse: debería haber hecho esto, tendría que, podría. ¿De qué sirve? Creo que mañana será mejor que hoy, no sé qué traerá, pero hay que tener una vida muy mala para no asumir esa filosofía. Ya veremos qué ocurre. Si pudiera aprender a hablar español, mi italiano es un poco mejor, si pudiera aprender a jugar al golf como un profesional, después no sé qué haría. Si pudiera hacer eso en dos semanas, después tendría el mismo problema. Pero no creo que corra ese peligro. ¡Buena suerte!

Guido Mantega | Ministro de Economía de Brasil »
“La estrategia definida por Alemania es temeraria”

El ministro de Economía de Brasil alerta de que las políticas europeas, de momento, no resuelven la cuestión de la recuperación económica
Francho Barón/ Nicolas Bourcier
Brasilia, Brasil, 17 de octubre del 2012.- Guido Mantega (Génova, 1949) es el único ministro que continúa ininterrumpidamente en el núcleo duro del Gobierno brasileñodesde hace más de seis años. Responsable de la cartera de Economía, hombre fuerte del Ejecutivo de Dilma Rousseff y gran conocedor de las políticas monetarias internacionales, fue uno de los principales actores del milagro económico brasileño durante el segundo mandato de Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011).
Pregunta. Acaba de regresar de Londres y París, ¿cuál es su opinión sobre las medidas empleadas para luchar contra la crisis?
Respuesta. La crisis no está mejorando en Europa y los mercados siguen en números rojos. Las medidas adoptadas se limitan a una declaración de intenciones escritas que aún no se han puesto en práctica. No hemos visto la compra de deuda por parte del Banco Central Europeo. El Fondo Europeo de Estabilidad se anunció hace más de un año y aún no funciona. Persisten problemas graves en Grecia y España, que aún no ha pedido su rescate en el Consejo Europeo. Yo añadiría que las soluciones propuestas se refieren solo a los problemas más visibles, es decir, a la posibilidad de que se produzca un crash de la banca o la refinanciación de la deuda. Estas medidas podrán acabar con el estrés de los mercados, pero no van a resolver la cuestión central, que es la de la recuperación económica.
De mis contactos en las capitales europeas he extraído que se está trabajando en una solución a largo plazo. Esta estrategia, definida principalmente por Alemania, consiste en llevar a cabo un primer saneamiento, reduciendo la deuda y recortando el gasto, y solo después se les prestará asistencia a los países necesitados. Por lo tanto, debemos preguntarnos si es políticamente viable decirle a la gente que los salarios seguirán cayendo y que el trabajo seguirá faltando durante los próximos dos o tres años. ¡Me parece una estrategia temeraria porque ya vamos por el cuarto año de crisis!
P. ¿Diría usted que Europa no se ha hecho las preguntas adecuadas para responder a esta crisis?
R. La estrategia es incompleta ya que trata de resolver el problema de la deuda, y esto tiene sentido, pero le falta otra parte que permita retomar el crecimiento. Por ejemplo, se podría crear un fondo de inversión europeo para financiar infraestructuras.
P. ¿Algo como lo propuesto por el presidente francés, François Hollande?
R. Sí, pero incluso con la propuesta del señor Hollande, no veo que se esté discutiendo esta cuestión. Su propuesta consiste en un ahorro de 30.000 millones de euros, aumentar los impuestos y reducir el gasto. ¿Dónde está el programa de inversiones?
El Banco Europeo de Desarrollo propuesto por el Sr. Hollande ya existe, pero no funciona. Hay una necesidad urgente de pensar en una estrategia que acorte la crisis porque el tiempo se acaba. Como dijo John Maynard Keynes, a largo plazo todos estaremos muertos.
P. Si se pone en el lugar de los países que más están sufriendo, como España, Portugal o Grecia, ¿encuentra aceptable la actitud de Alemania?
R. Creo que Alemania está mirando en una sola dirección. Su propuesta de saneamiento económico me parece lógica de cara a los votantes alemanes, que no quieren pagar la factura ni la falta de responsabilidad de otros países. Sin embargo, los alemanes también perderán si los bancos españoles quiebran. Berlín debería ser más flexible. Fíjese en los gobiernos español y portugués, que están haciendo grandes esfuerzos. Alemania debería ser más flexible a la hora de ayudar a estos gobiernos, en lugar de ponerles un cuchillo en el cuello.
Lo que hay que hacer es restaurar la confianza. Y si no, recuerde la Cumbre del G-20 de Londres en 2009. ¿Cuál fue su gran éxito? Trabajar juntos y restablecer la confianza. Volvió la calma, se reanudaron las inversiones y la industria mundial despegó de nuevo.
P. ¿El espíritu de cooperación entre los Estados del G-20 se ha deteriorado desde entonces?
R. Creo que en Londres hicimos un trabajo colectivo más sólido. El G-20 fue muy eficaz durante el estallido de la crisis en EE UU. No está siendo el caso de la crisis europea. Esto también se debe a que la UE es más autónoma en su toma de decisiones. El resultado es que Europa no ha sido capaz de afrontar el problema desde el comienzo, en 2010, según lo recomendado por el FMI.
P. ¿Y dónde estamos ahora?
R. El 2012 es un año perdido para Europa, esto es un hecho. Ahora el objetivo consiste en evitar que la situación empeore en los próximos años. Para ello las medidas tienen que tener mayor alcance y su puesta en práctica ser mucho más rápida. No critico al Banco Central Europeo (BCE), pero creo que debería poner en marcha las medidas acordadas. Mario Draghi es un buen líder y una persona fiable, pero no debemos olvidar que la Reserva Federal (FED) actuó inmediatamente en el inicio de la crisis en EE UU. Supo controlar mejor la situación.
P. El año pasado usted evocó la posibilidad de conceder, en el marco del FMI, ayudas a Europa para contribuir a superar la crisis. ¿Esta propuesta sigue en pie?
R. La propuesta sigue sobre la mesa. Pero hasta el momento Europa no ha cumplido las condiciones que hemos puesto, como la puesta en funcionamiento del Fondo de Estabilidad Europeo. Nuestra idea es desembolsar la ayuda después de que las capitales europeas hayan realizado su propia inversión. Para ello los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) decidimos aumentar nuestra contribución al FMI en 80.000 millones de dólares en la cumbre celebrada en junio en Los Cabos, México.
P. Han pasado muchos años desde que el FMI le prestaba dinero a Brasil. Hoy su país vive una estabilidad económica. ¿Qué recetas brasileñas se podrían poner como ejemplo para resolver la crisis europea?
R. Creo que no estamos en condiciones de darle ninguna lección a Europa porque partimos de situaciones muy diferentes. Aquí hemos aplicado una combinación de políticas económica y fiscal. Una política fiscal sólida es importante para impedir que la deuda crezca. Al mismo tiempo, hemos llevado a cabo una política social muy potente ya que la pobreza sigue siendo un problema serio en Brasil, algo que no es el caso de Europa.

Cui Hongjian | analista chino »
“China quiere una UE más fuerte e influyente, pero distinta de EU”

Cui Hongjian, director de Estudios Europeos en el Instituto de Estudios Internacionales de China, señala que Pekín quiere "aprender de Europa en materia de justicia social"
Jose Reinoso
Pekín, China, 17 de octubre del 2012.- “En los dos últimos años, las relaciones entre China y Europa han experimentado un gran progreso. En conjunto, son buenas. No tenemos ningún conflicto grave, aunque haya algunos problemas como demandas antidumping. Pero esto es natural porque Europa es un gran socio estratégico de China”, asegura Cui Hongjian, director de Estudios Europeos en el Instituto de Estudios Internacionales de China.
Cui, de 42 años, habla en una pequeña sala muy funcional en la sede de este centro de pensamiento (think tank), ligado al Ministerio de Asuntos Exteriores, en Pekín. “La Unión Europea (UE) y los países europeos son muy importantes para China, no solo en lo que respecta a los intercambios comerciales sino a los asuntos globales. Nuestra relación es sistémica y completa”.
El comercio entre China y la UE se ha cuadruplicado en los 10 últimos años, hasta alcanzar 428.000 millones de euros en 2011. La Unión Europea es el mayor socio comercial de China y su principal destino exportador, mientras que China es el segundo socio para Europa después de Estados Unidos.
Cui asegura que uno de los principales puntos que comparten China y Europa es que ambos quieren tener un “desarrollo pacífico”. “Cuando Europa plantea una intervención militar en algún país, es para detener algo, no para conseguir algo”, dice en referencia a Estados Unidos. “También compartimos una visión multipolar del mundo, aunque a veces tenemos una idea distinta sobre este concepto. Para Europa, multipolaridad significa multilateralismo. Aún necesitamos encontrar puntos comunes más prácticos para tratar asuntos difíciles como Siria o Irán”.
Entre los puntos de fricción, menciona las diferencias comerciales, como la reciente investigación antidumping a los paneles solares chinos, y los derechos humanos. De estos, sin embargo, dice que “no suponen un gran problema entre China y Europa, pero los políticos europeos necesitan plantear este asunto en China con frecuencia para responder a la opinión pública”. “Y entiendo cuál es la percepción de los europeos sobre los derechos humanos porque han sido educados así”.
Asegura que uno los aspectos que más valoran los chinos de Europa es su experiencia en la resolución de las diferencias históricas, “cómo se hizo la integración para superar los problemas dejados por la Segunda Guerra Mundial”. Y dice que, según una reciente encuesta de una universidad, más del 70% de los chinos tiene una imagen favorable de Europa. “Esto es porque no tenemos disputas territoriales ni grandes problemas, y porque el poder de Europa es un poder suave. Para la mayoría de los chinos, Europa es un lugar pacífico, bonito y romántico. Y los europeos tienen un estilo de vida atractivo”.
Cui afirma que en los dos últimos años, sin embargo, la preferencia de los chinos por Europa “ha caído un poco” por dos motivos: la crisis de la deuda —“se preguntan por qué los europeos discuten tanto y no emprenden acciones”— y la existencia de noticias negativas sobre China y cómo en los últimos 10 años no ha habido progreso en temas como la concesión del estatus de economía de mercado y el levantamiento del embargo de armas, que Europa impuso tras la violenta represión de las manifestaciones de la plaza Tiananmen, en 1989.
Una de las dificultades a las que se enfrenta China en su trato con Europa es la gestión de las relaciones a nivel de la Unión, por un lado, y con los Estados miembros, por otro, según dice. “Esto despierta a veces suspicacias, y hay quienes argumentan que China pretende crear división en la UE. Los dos últimos años, China ha incrementado muy rápido la cooperación con Alemania, y esto ha hecho preguntarse a algunos en Europa dónde está la política común europea. China también ha incrementado la relación con los países centroeuropeos y esto también ha planteado interrogantes”.
Cui asegura que Pekín lo ha hecho para ganar tiempo porque, según dice, durante este tiempo, el 90% de los temas debatidos en la UE ha sido sobre la crisis de la deuda y China no puede esperar para potenciar sus relaciones con los diferentes países, especialmente cuando sus exportaciones a Europa han caído debido a dicha crisis. “China tiene que hacer algo para detener este declive de las exportaciones. Además, hay una demanda de estos países en este sentido”.
El investigador cree que la falta de una cabeza única decisoria en Europa es una dificultad para China. “Pero también lo es para Europa”, advierte. Sin embargo, reconoce que el sistema tiene sus ventajas. “A veces, es buena para China esta diplomacia de equilibrios, tener algunas relaciones con la UE y otras con los miembros para influir en Bruselas. Pero, creo que, cuando haya una sola persona para tratar con China, quizás sea mejor porque habrá mayor eficacia. La clave es en qué contexto se produce esto. Si Europa tiene unos Estados Unidos de Europa como unos Estados Unidos de América, con intención de superpotencia y unilateralismo, será malo porque quizás haya más confrontaciones entre las tres grandes potencias”.
Cui asegura que “China tiene que hacer frente a muchos y variados desafíos al mismo tiempo” y “tener una relación práctica y fructífera con Europa será muy útil para que logre un crecimiento económico estable”. “Además, la cooperación mutua es buena para el mundo, para poner freno a las superpotencias. Debemos trabajar juntos para construir un mundo más equilibrado, en el que Estados Unidos no controle todo”.
El investigador dice que China se ha vuelto hacia Europa después de mucho tiempo de mirar a Estados Unidos. “En los últimos 30 años, China ha logrado un alto crecimiento económico, pero esto ya no es suficiente. China quiere tener un desarrollo estable y sostenible durante otros 30 años, así que ahora es un buen momento para aprender más de la experiencia europea. Queremos crecimiento económico, pero necesitamos también justicia social. Y la experiencia en esto está en Europa. Quizás en los últimos 30 años, China aprendió demasiado de Estados Unidos”.
Cui afirma que “lo que China desea ver es una Unión Europa más fuerte, más poderosa y más influyente, pero distinta de Estados Unidos, que nunca cambie sus ideales de ser una potencia suave y de contribuir al mundo”.

Desde la otra orilla
Las experiencias históricas no son transferibles, pero quizá Latinoamérica tiene algunas de utilidad para sus viejos aliados. Quizá para Europa ha llegado la hora de acercarse a la otra orilla
Enrique Krauze
México, DF, 17 de octubre del 2012.- “América Latina es un polo excéntrico de Occidente”, escribió Octavio Paz. Desde esa posición marginal —que muchos filósofos de la Ilustración y el Siglo XIX consideraron irremediablemente oscurantista, bárbara y atrasada— nuestras jóvenes naciones miraron (y admiraron) incesantemente a Europa. Indiferentes a China o Japón (salvo como origen de sucesivas olas migratorias), estas repúblicas hubiesen querido convivir con los Estados Unidos en un plano de igualdad política, pero la actitud expansionista de esa “otra América” terminó por acercarlas aún más a Europa. No había interés en el Pacífico ni horizonte hacia el Norte. Solo el Atlántico parecía mar abierto.
De Gran Bretaña vinieron los primeros capitales para el desarrollo de puertos, ferrocarriles, las empresas mineras y hasta el fútbol. Más tarde se le sumó poderosamente Alemania, que contó con simpatías permanentes aún en tiempos donde no debió tenerlas (como la Segunda Guerra Mundial). Y ninguna influencia superó la de Francia, meca de nuestras ideas e ideologías, de nuestros gustos y modas, de nuestras letras y artes, de nuestros libros de texto y nuestros grandes autores. París fue, también entre nosotros, la capital del siglo XIX.
Durante el siglo XX, América Latina fue una observadora perpleja de la Primera Guerra Mundial y una participante muy menor de la Segunda. Era pobre, desigual, anárquica y violenta, y toleraba a menudo regímenes dictatoriales y corruptos, pero recibió con brazos abiertos a los perseguidos de las guerras europeas. De España llegaron desde el siglo XIX generaciones de inmigrantes a “hacer la América” y llegaron aún más durante y después de la Guerra Civil. Así emigraron también polacos, italianos y judíos. Nuestros puertos fueron lugar de abrigo y libertad.
América Latina, la marginal, la “mágica”, la excéntrica, ha sido —en suma— una buena aliada de los países europeos en sus períodos de esplendor y expansión. Y se ha negado a acompañarla en sus locuras colectivas. Borges dijo alguna vez que el antisemitismo argentino era un “facsímil” del europeo, y su aguda observación corresponde a buena parte de los fanatismos ideológicos que desgarraron a Europa en el siglo XX. Por más que intentásemos copiar a Europa, el fascismo, el nacionalismo extremo, el nazismo, el racismo y aún el comunismo (con la sola excepción de Cuba) solo alcanzaron en nuestros países a tener réplicas facsimilares (si bien atrozmente genocidas, como la de los militares argentinos y chilenos).
Desde hace un par de décadas, mientras Europa disfrutaba de una nueva y autocomplaciente Belle Epoque, América Latina salió de su “siesta”, descubrió al Océano Pacífico y comenzó a aprovecharlo. Al mismo tiempo, los procesos de liberalización económica comenzaron a hacer mucho más sustancial el intercambio con Estados Unidos, con resultados positivos en todos los ámbitos salvo en uno: el narcotráfico. Europa se alejó del horizonte, pero a nadie le preocupó. Irreversiblemente desarrollada y democrática, Europa seguiría ahí, idéntica a sí misma, para siempre.
Hoy ha dejado de ser así. Entre las perplejidades que ha traído consigo el siglo XXI, la crisis europea no es la menor. Las experiencias históricas no son transferibles, pero quizá Latinoamérica tiene algunas de utilidad para sus viejos aliados. En el ámbito económico, varios países supieron acotar su sector público e imponerse ajustes y sacrificios que en su momento fueron muy dolorosos pero que han permitido sortear mejor la crisis actual no solo en los grandes números sino en la creatividad microeconómica y el autoempleo. En términos políticos, la adopción casi general de la democracia en América Latina (hecho inédito desde 1820, y debido en gran medida a la ejemplar transición española) debería interpretarse –desde Europa- como un imperativo para defenderla de los populismos violentos que ahora la amenazan. Otro rasgo útil es la relativa tolerancia étnica y religiosa: proclive a la mezcla y la inclusión más que a la discriminación excluyente y la persecución, el “mestizaje” latinoamericano ha sido, en muchos sentidos, un melting pot más cabal que el de Estados Unidos. Por eso y más, quizá para Europa ha llegado la hora de acercarse a la otra orilla.
Fuente: El País
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