Washington, EU,
13 de septiembre del 2012.- Según un nuevo informe
del Banco Mundial es hora de repensar el papel del Estado en el sector
financiero, para que los Gobiernos puedan establecer un mejor equilibrio entre
la necesidad de crédito y apoyo de emergencia para los bancos y medidas de
fomento de la transparencia y la competencia cuando sobrevienen crisis.
“Es necesario que los Gobiernos ejerzan una
firme supervisión en el sector financiero y aseguren en él una competencia
saludable, además de respaldar a la infraestructura financiera, por ejemplo,
mediante información crediticia de mejor calidad, difundida de modo más
sistemático”, sostiene el Director Gerente del Grupo del Banco Mundial, Mahmoud
Mohieldin. “No obstante, se debe examinar con cuidado el desempeño heterogéneo
de los gobiernos en su papel directo de otorgar crédito. De hecho, en un
contexto en que estamos superando la crisis financiera mundial puede ser
conveniente que los Gobiernos consideren la posibilidad de poder llevar a cabo
intervenciones indirectas”.
En
Rethinking the Role of the State in Finance (Repensar el papel del
Estado en el ámbito financiero) se analiza el comportamiento de los sistemas
financieros de distintas partes del mundo durante la crisis financiera mundial.
El informe, cuya publicación coincide con un nuevo aniversario del colapso de
Lehman Brothers, ocurrido en 2008, se
basa en nuevas encuestas mundiales, y en él se compilan singulares datos de
nivel de países, que abarcan más de 200 economías a partir de 1960.
A través del análisis de cuatro
características —el tamaño de las instituciones y los mercados financieros,
acceso al financiamiento, eficiencia y estabilidad—el informe hace seguimiento
de los sistemas financieros en el periodo previo a la crisis financiera mundial
y evalúa el alcance de la recuperación que registran a la fecha. Los autores
confirman el hecho de que los sistemas financieros de las economías en
desarrollo son menos profundos y ofrecen un menor acceso que los de las
economías desarrolladas; sin embargo, no difieren mucho de estos últimos en
cuanto a estabilidad.
Una de las contribuciones originales del
informe se refiere a los bancos de propiedad del Estado. Durante la crisis
muchas economías en desarrollo recurrieron a estas instituciones para superar
la severa contracción del crédito. En
Chile y Túnez, por ejemplo, los Gobiernos inyectaron capital a bancos estatales
para cubrir préstamos existentes o proporcionar nuevo crédito a exportadores o
a pequeñas y medianas empresas. Corea del Sur aumentó los topes máximos al
otorgamiento de crédito por parte de sus bancos de propiedad estatal; India y
Túnez establecieron líneas de crédito para sus respectivos bancos estatales, y
los mayores bancos de propiedad estatal de Brasil y China expandieron
considerablemente el crédito durante la crisis.
En el informe se sostiene que dichas
intervenciones ayudaron a contrarrestar la propagación de la crisis, pero que
podrían tener un precio: una asignación ineficiente del crédito motivada por
razones políticas. A su vez, ello generaría distorsiones que se agravarían a
medida que se continúe inyectado capital a los bancos del Estado o se
establezcan nuevas líneas de crédito para ellos a fin de promover el
otorgamiento de financiamiento a exportadores y empresas más pequeñas. En
algunos casos los bancos del Estado siguieron otorgando crédito en el período
de recuperación económica, lo que hace temer que los bancos privados sean
excluidos del mercado crediticio.
Los estudios de investigación
—pre-existentes y nuevos— sobre crisis anteriores revelan que la propiedad
pública de los bancos está asociada con menor desarrollo financiero, aumento de
la inestabilidad financiera y desaceleración del crecimiento económico. En el
informe se recomienda que los países consideren cuidadosamente los riesgos que
plantean esos bancos y presten atención a su régimen de gobierno, labor que es
especialmente ardua en entornos institucionales insatisfactorios.
El informe también examina los éxitos y
fracasos recientes del Estado como regulador y supervisor. Las evaluaciones
externas sugieren que en muchos países, como Australia, Canadá y Singapur, la
supervisión se llevó a cabo de manera adecuada. Además, muchas economías en
desarrollo no habrían estado muy expuestas a los comportamientos de riesgo que
precipitaron la debacle, y la mayoría de ellas —por ejemplo Malasia y Perú,
cuyas políticas prudentes les valieron elogios— evitaron dificultades
insuperables. No obstante, algunos países se vieron afectados directamente, en
especial en Europa y Asia Central, donde la dependencia de las instituciones
financieras de sus matrices y la acumulación de desequilibrios de
financiamiento en el período que precedió a la crisis hizo vulnerables a muchos
países.
Los autores analizan rasgos comunes de los
países severamente golpeados por la crisis, y los comparan con las
características que comparten los países que experimentaron condiciones más
favorables. En los países no afectados por la crisis, los regímenes
regulatorios tendían a ser menos complejos y se hacían cumplir de modo más
eficaz. Los países en crisis tenían definiciones menos rigurosas del capital,
carecía de rigurosidad en el cálculo de sus necesidades de capital en relación
con los riesgos crediticios, y sólo se requería que el 25% de ellos mantuviera
provisiones generales para préstamos y anticipos (mientras que en los países no
afectados por la crisis dicha proporción era cercana al 70%).
En el informe se refuta la opinión de que
había un grado de “competencia excesiva” en el sistema financiero de los países
en crisis. “Los estudios presentados en el informe indican que en realidad, con
un sistema adecuado de supervisión, mayor competencia puede promover la
eficiencia y ampliar el acceso a los servicios financieros, sin perjudicar la
estabilidad del sistema,” afirma Asli Demirgüç-Kunt, directora de Políticas de
Desarrollo y Economista Jefe de la Red de Finanzas y Desarrollo del Sector
Privado del Banco Mundial.
El Grupo del Banco Mundial está trabajando
en conjunto con sus países miembros para apoyar el desarrollo y la estabilidad
de los sistemas financieros de estos últimos, junto con el crecimiento
económico y la reducción de la pobreza. “Alrededor del 16% del financiamiento
otorgado por el Banco Mundial durante la crisis financiera estuvo destinado al
sector financiero; lo cual implica que los préstamos al sector se duplicaron
con respecto al periodo previo al inicio de la crisis”, según Janamitra Devan,
vicepresidente, Desarrollo del Sector Privado y Financiero del Banco. “Este
informe forma parte del continuo compromiso del Banco de proporcionar
conocimiento, respaldo operativo y financiamiento a países en desarrollo, tanto
en períodos de crisis financieras como en eras de expansión económica”.
Fuente: Banco Mundial