Matatu a África
Por Eduardo S. Molano
El ejercicio roza el
absoluto simplismo. Piense en las principales exportaciones de materias primas
que el continente africano destina hacia la Unión Europea. Quizá le vengan a la
cabeza petróleo, diamantes o piedras preciosas (no va mal encaminado, de 54
países con los que cuenta el continente, tan solo cinco no producen o realizan
excavaciones para obtener crudo). Tal vez, productos como el cacao, la madera o
el algodón.
O quizá ninguno de ellos.
Porque también hay alternativas.
En la actualidad, Kenia,
por ejemplo, es el mayor exportador mundial de flores hacia territorio europeo,
con cerca de 122.000 toneladas en 2011.
No en vano, el pasado
año, la industria de la floricultura dejó cerca de 400 millones de euros en las
dañadas arcadas del Estado africano gracias, sobre todo, a la reciente
depreciación del chelín keniano (el producto se encuentra asegurado en dólares
por lo que los agricultores reciben mayores ganancias cuando convierten su
divisa de vuelta a Kenia).
“Nuestros principales
puertos de entrada son Holanda, Reino Unido, Alemania, Francia y Suiza”,
destaca Winnie Muya, portavoz del Consejo keniano de flores, quien asegura que
Europa importa desde Kenia el 35 por ciento de todos sus brotes.
No resulta extraño, por
tanto, que durante el colapso en 2010 de los aeropuertos internacionales debido
a la erupción del volcán islandés Eyjafjallajökull, la Unión Europea sufriera
una carestía de flores durante meses, ante la incapacidad para realizar los
envíos.
Eso sí, los afectados no
solo fueron los seguidores incondicionales de Cupido.
“En Kenia, alrededor de
100.000 agricultores trabajan de forma directa en el negocio, con cerca de 1,2
millones de personas que derivan su sustento de esta industria”, destaca Muya.
Pero al margen de cifras
y tras disfrutar una noche de rosas, qué mejor que acompañar la velada
económica con vino.
Con cerca de 100.000
hectáreas dedicadas solo al cultivo de vides, Sudáfrica cuenta con una de las
mayores superficies del mundo para la producción de tan alcohólica sangre.
Así, solo en el periodo
1998-2010, el número de exportaciones creció en un 200%, siendo Reino Unido el
principal mercado para el vino ya empaquetado, con cerca de 100 millones de
euros en ganancias, solo, en este país.
¿El nuevo horizonte?
China, donde se espera que el próximo año las exportaciones aumenten al menos
un 71% (a día de hoy, el lejano Oriente recibe 2,8 millones de botellas)
gracias al acuerdo de la región vinícola de Franschhoek, en el Cabo Occidental,
para la producción de una nueva marca destinada, en exclusiva, al mercado
asiático: L’hugonote.
“El vino sudafricano
comienza a verse en el mundo como una primera opción de calidad, no un simple
alternativa a los caldos europeos o californianos”, destaca el analista Ryan
Khumalo
No menos internacional,
aunque sí con mayor pasado histórico, resulta el siguiente negocio.
Introducida en 1871, la
flor de la vainilla es una de las principales exportaciones de Madagascar.
Sobre todo, de la ciudad de Antalaha conocida como “la meca de la vainilla”.
No es extraño. Desde esta
localidad se dirige cerca del 30% por ciento de la producción mundial (1.900
toneladas, según números de la Organización de las Naciones Unidas para la
Alimentación y la Agricultura). Cifras, eso sí, ciertamente alejadas de
principios de siglo, cuando la población malgache llegó a controlar el 70% del
comercio de este producto debido al buen clima y suelo fértil del que goza la
isla.
Introducidas las primeras
exportaciones, quizá el lector acuse al que suscribe de haber elegido las
potencias regionales (económicas o por envergadura) para demostrar su tesis de
exportaciones alternativas.
Pese a ello, son otros
dos países al margen de los anteriores quienes escenifican a la perfección que,
conflictividad y escaso tamaño no son inconvenientes para garantizar una vía de
escape al petróleo.
Mientras que la pequeña
isla de Seychelles (apenas 450 kilómetros cuadrados) es uno de los mayores
exportadores mundiales de atún enlatado (en una industria que crece al 5%
anual), la dilapidada Somalia cuenta con una curiosa forma de autofinanciación.
Aunque con cierta
ilegalidad.
Solo en 2011, y desde el
puerto de Kismayo, la milicia islamista de Al Shabab generó —según fuentes
gubernamentales— más de 25 millones de dólares (un incremento cercano al 50%
con respecto al año anterior) gracias al monopolio con el que cuenta el grupo
en la exportación del carbón vegetal que se dirige hacia los países del Consejo
de Cooperación del Golfo.
De igual forma, y pese a
que en febrero pasado el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la
resolución 2036 que impide la importación de carbón vegetal desde Somalia, a día
de hoy, ésta continúa siendo la principal fuente de ingresos de la milicia.
Sobre todo, gracias al “laissez-faire” de dos de los principales importadores
de esta mercancía: Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí.
Porque gusté o no, en
ocasiones, es complicado huir del negocio de los compuestos orgánicos.
Fuente: ABC 28 de octubre
del 2012