El país avanza en un nuevo esquema de
producción proteccionista como respuesta a la coyuntura internacional. Se para
en el control de importaciones, los incentivos a empresas locales y el manejo
del dólar. Un repaso histórico para entender el largo camino desde la nación
agroexportadora a estos días.
Por
Ernesto Bilder (*)
La denominada “industrialización por
sustitución de importaciones”, o abreviadamente ISI, tiene larga historia en la
construcción de la Argentina moderna. Desde la organización nacional posterior
a 1880 y hasta 1930 se desarrolló el llamado crecimiento hacia afuera. La gran
expansión agropecuaria, el desarrollo de la red ferroviaria, la llegada de
inmigrantes y la ampliación de la rica frontera cultivable posibilitaron la
participación argentina en el comercio mundial como gran exportador de materias
primas e importador de bienes industriales. El país crecía bajo las leyes de
mercado que le asignaban ventaja competitiva a su sector primario y se
orgullecía de ser uno de los graneros del mundo.
La crisis de 1930 cambió el tablero del comercio,
comenzando el denominado crecimiento hacia adentro o dirigido al mercado
interno. El proteccionismo se impuso en Europa, conjuntamente con una
importante baja de los precios de nuestros bienes exportables. La restricción a
la entrada de divisas que esto significó forzó un giro del gran modelo
argentino hacia el intervencionismo económico y la ISI. Se incrementaron los
impuestos a las importaciones y se devaluó en 1933. Un año antes se había
creado la Junta Nacional de Granos para garantizar un precio mínimo a los
agricultores.
El pacto Roca-Runciman (1933) firmado con Inglaterra
establecerá una cuota de exportación de
carne sin posibilidad de modificación, empujando los excedentes al mercado
interno. Como consecuencia del acuerdo se crean la Junta Nacional de Carnes y
la Corporación Argentina de Productores de Carne. A las medidas se le suma la
importante decisión de fundar el Banco Central para regular la cuestión
monetaria y crediticia.
El rol del peronismo
La segunda guerra mundial de 1939 a 1945 dificultará
aún más el comercio internacional y condicionará otro forzado proteccionismo
industrial. El peronismo de 1946, al menos hasta 1952, seguirá y profundizará
esta dirección. La industrialización significó el éxodo de poblaciones rurales
a los centros urbanos ya que las fábricas necesitaban obreros. Así se
robustecieron las periferias populares y se consolidó una nueva clase que
demandaba su lugar en la historia. El general Juan Domingo Perón fue quien
logró responder a sus necesidades y los
atrajo a su movimiento que, con sus variantes, jugó y juega uno de los roles
protagónicos de nuestra realidad.
El proceso de la ISI, que de diferentes
maneras se puede ver en toda América
Latina, abarcó dos etapas: la primera, de fácil sustitución, cuando se comenzaron a fabricar localmente
productos de tecnología simple y de implementación sencilla, tal el caso de
alimentos, calzado y vestimenta. Eran bienes de relativo bajo precio y consumo
masivo. Hacia fines de la década del cincuenta este proceso estaba casi
finalizado. Las fábricas locales abastecían una demanda ya existente y de fácil
acceso.
La segunda etapa o de sustitución difícil,
surgió con industrias como la automotriz, (priorizada con Arturo Frondizi
1958-1962) los electrodomésticos como heladeras, lavarropas, etc. y otras ramas
complejas. Estas industrias “modernas”
producen bienes duraderos, de mayor tecnología y suelen desarrollarse
con componentes importados. Su precio es relativamente alto y son demandados
inicialmente por los sectores medios de la población con el apoyo de sistemas
de financiación. Muchas industrias eran sucursales de multinacionales que
superaban las restricciones a las importaciones produciendo en el interior de
nuestros países.
Una diferencia importante entre la etapa
fácil y la difícil es que en la primera las industrias participantes eran en
general competitivas y en la segunda se quedó frente a poderosos oligopolios.
En la década del '70 se comenzó a mencionar el agotamiento de este ciclo y la
búsqueda de otros patrones de crecimiento basados en una apertura mayor del
comercio internacional.
Como es sabido, en los noventa se
popularizó la globalización o abandono de todo proteccionismo. Nuestro país se
sumó a la corriente y no solamente se abrieron nuestras aduanas a los productos
del mundo entero sino que sumamos una
liberalización financiera que aceptaba la entrada y salida de capitales sin
restricción alguna y equiparaba el peso con el dólar. El nuevo sistema mundial
que se instaló trajo una acentuada internacionalización de la producción: las
multinacionales hacen parte de sus productos donde les resulta ventajoso, mientras
concentran la investigación científica y eligen un lugar de ensamblado.
Por otra parte, se desarrollaron las ramas
vinculadas a la computación y sistemas de comunicación que revolucionan los
finales del siglo XX. La velocidad del
cambio y la innovación tecnológica generaron una renovación de productos nunca
vista. Esto hizo muy costoso las políticas industriales autónomas, pudiendo
significar mayores precios y atraso tecnológico a quienes se apartan del
sistema.
Mano de obra barata y una moneda devaluada convirtieron a China en la factoría del siglo
pero, simultáneamente, en un gran demandante de materias primas. Al nuevo mundo
se le suma coyunturalmente una crisis de origen financiero que desde el
2007-2008 ha complicado el horizonte.
Argentina ante este panorama
La Argentina de nuestros días, presionada
por la necesidad de importar combustibles y proteger sus reservas de divisas
está ensayando el regreso a un nuevo capítulo de la ISI, conjuntamente con una
férrea intervención del mercado cambiario. Las medidas que sustentan este tipo
de política económica son: a) control de las importaciones, exigiendo permisos
para cada compra, poniendo trabas a las entradas de productos foráneos con
aranceles, demandando a quienes importen que exporten en magnitudes similares,
etc.; b) establecimiento de una política
de apoyo a diversas ramas de la producción por vía de subsidios, ventajas
impositivas, apoyo a la elaboración de
partes o componentes en el país con miras a estimular el empleo, etc. El desarrollo de la industria electrónica en
Tierra del Fuego es un intento en esta dirección; c) manejo de un tipo de
cambio elevado que sea una barrera natural a la importación y un estímulo a la
exportación. En este punto la disputa es grande en nuestro país, dado que la
inflación arrastra un cierto atraso cambiario, pero a bienes exportables como
la soja, favorecidos por altos precios internacionales, el valor del dólar no
los afecta. Sin embargo otros sectores de la economía no tienen esta situación,
tal es el caso de la fruticultura.
El 21 de agosto de 2012 Estados Unidos y Japón denunciaron ante la
Organización Mundial de Comercio a la Argentina por las trabas a sus
exportaciones, sumándose a la presentación de los países de la Unión Europea, que
en mayo hicieron una demanda similar. Hemos tenido controversias con México
vinculadas al mercado automotor, sin olvidar la delicada relación con Brasil,
un socio fundamental de nuestro intercambio. La gran presencia de empresas
multinacionales, la dependencia de las Pymes de componentes importados, y el
sistema vigente de división internacional del trabajo, conjuntamente con los
acuerdos que regulan el comercio mundial, hacen complejo el nuevo capítulo de
la ISI.
(*) Economista de la UNCo
Fuente: La Mañana Neuquén