70% de desechos contaminan a cielo abierto y empresas tienen ganancias
millonarias sin responsabilidad social. Expertos recalcan falta de políticas de
reciclaje. Gobierno se lava las manos
Panamá, 30 de septiembre del 2012.- Entre el almizcle del fétido olor y gases de materiales en descomposición,
recicladores agachados y sin guantes abren bolsas, recogen papel, aluminio,
cartón y botellas, objetos que terminaron su ciclo de consumo. Desperdicios que
la ciudadanía ignora al sacarlos de casa, cuando el camión se los lleva, o al
arrojarlos por la ventana del auto, pero siguen existiendo. Allí donde nadie
los ve y no incomodan, en medio de los matorrales y playas, en vertederos a
cielo abierto y en el Cerro Patacón.
1.300 toneladas diarias
de basura, 3.900 mensuales, 46. 800 anuales, producidas en la ciudad capital.
90% se pierde. Solo 10% es utilizado por empresas recicladoras, que van por su
lado sin conectase a un sistema o política porque ‘no se ha comprendido la
necesidad de legislar el manejo y separación de desechos para resolver el
problema de la basura en Panamá’, dice la ambientalista Raisa Banfield.
Entonces, hombres y
mujeres transpirados trabajan para encontrar material en medio de 368.000
toneladas de basura putrefacta que lleva días, semanas, meses, años, a sol y
agua, en el Cerro Patacón. Esculcan, buscan, seleccionan, botan: separación de
desechos que debería hacerse desde casa.
El olor no les incomoda,
los gases no los trastornan. Se concentran en su basura olvidando el contexto:
bacterias y enfermedades. Se mimetizan. Marcas de su historia laboral en la
piel: cortadas, quemadas, manchas, cicatrices. Sus vidas siempre han estado ligadas
a los vertederos, viven de lo que nosotros desechamos y se cuentan en el último
peldaño de la escala de este negocio millonario que el Gobierno aún no quiere
asumir, y los ciudadanos prefieren ignorar, mientras empresas obtienen
ganancias.
‘TODA UNA VIDA’
La basura es un asunto
crónico nacional, de la capital a las provincias, que evidenció ya en los 80,
cuando trasladaron el vertedero de Panamá Viejo al Cerro Patacón. Muestra de
‘la desorganización e incapacidad para responsabilizarnos de nuestros desechos,
desde su producción hasta el destino final’, opina el diputado del Cambio
Democrático (CD), Fernando Carrillo. Un problema que viene de atrás, con picos
extremos como el de esta semana, que pone en riesgo la salud pública.
Para solucionarlo, la Ley
51 de 2010 creó la Autoridad de Aseo Urbano y Domiciliario (AAUD), institución
encargada de administrar, dirigir, planificar, explotar, aprovechar,
investigar, inspeccionar y fiscalizar los servicios relacionados con el aseo
urbano que, dos años después, está en crisis. Para Carrillo, ‘no cumple con el
papel para el que fue creado. Como un director de orquesta que se dedica solo a
un instrumento: la recolección’. ¿Y el resto? ¿las campañas de educación? ¿la
política de reciclaje? ¿la legislación de tratamiento de desechos?
La segunda parte de la
ley 51, la del tratamiento de los desechos, es una disposición que no se ha
dado, dice Carrillo, se han dado como dos o tres iniciativas que aún están la
Comisión de Trabajo Salud y Desarrollo Social, esperando su aprobación.
‘Retrasadas en el tiempo’, concluye el diputado. Y es que en Panamá solo se
habla de basura en crisis como la actual, pero los desechos siempre se
producen, sin que haya alternativas para su adecuado tratamiento.
SOLUCIONES A MEDIAS
En 2011 Panamá concedió
por $22 millones la administración del relleno sanitario del Cerro Patacón a la
empresa colombiana Urbalia que, según Banfield, ‘es un vertedero obsoleto que
no resuelve el conflicto’.
El gobierno exigió a
Urbalia que resolviera un problema: el de los pepenadores que vivían y
trabajaban allí en condiciones infrahumanas. Urbalia construyó un muro y negó
el acceso a 750 personas de las 1050. Las otras 300 pueden atravesar el muro.
Son mayores de edad que cumplen con los requisitos físicos y mentales. ¿Y los
otros 750 ? Su destino es una incógnita. ¿Qué pasó con ellos? ¿De qué viven
ahora? Preguntas que los representantes de Urbalia no responden porque la
basura no es ‘tema de una empresa sino del Estado’, dicen. Y en parte tienen
razón. ¿Quién responde entonces? ¿Dónde están las políticas públicas que
protejan a los trabajadores de la basura?
No existen. ‘El gobierno
no se responsabiliza por la perdida del sustento de la gente que se dedica
directa o indirectamente a recuperar materiales reciclables en los sitios de
disposición final’, señala Francisco Rivas, director de la ONG, Asociación Para
la Promoción de Nuevas Alternativas de Desarrollo (Apronad).
En un día normal un
pepenador hace alrededor de $15. ‘En un día excelente, cuando llega un camión
con bovinas y cobre, por ejemplo, se pueden hacer hasta $300’, cuenta
emocionada Amalfi Blandón, presidenta de la Cooperativa del Servicio de
Reciclaje Patacón, que ‘no abandona este trabajo por nada del mundo’.
Los pepenadores que
salieron del cerro deben inventar otras formas de conseguir ese ingreso con el
que muchos, como Amalfi, criaron a sus hijos y construyeron sus casas. Lo peor
es que la mayoría se han dedicado a reciclar basura para subsistir toda su vida
y no saben hacer nada más.
Si hubiera una política
de reciclaje, la estructura representaría economía para todos los que trabajan
y viven de la basura.
EN EL CORAZÓN DE PATACÓN
Se abren las compuertas,
uno de los 100 camiones que llegan diariamente cargados de desechos mezclados a
la galera de segregación del Cerro Patacón entra, la gente se amontona
alrededor. El volquete expulsa el contenido. En medio de una nube marrón,
hombres y mujeres esperan pa’ver qué cae. El olor del café inunda las fosas
nasales y llega hasta la garganta. Aquí solo hay café, café que no saldrá a la
venta, café que no se tomará, desecho orgánico que no vale nada. Nada para la
industria, nada para los segregadores. Entonces se retiran. Salen de la nube y
siguen su labor en busca de material ‘valioso’.
Después de un rato el
café, desperdigado por el suelo de Patacón, pronto iniciará su proceso de
descomposición. Ningún reciclador imagina que con esa materia orgánica podría
construir su casa. Y es que al mezclar PVC con Cisco: cáscara que se desprende
del grano trillado del café, que los caficultores arrojan a la basura y que los
recicladores ignoran, se pueden hacer tabletas que reemplazan la madera, para
construir casas biodegradables y económicas que contribuyen a evitar la tala de
árboles. Además de reducir gastos de construcción de vivienda.
En el corazón de patacón
ebulle la riqueza en medio de los gases. Pero los desechos orgánicos, que
corresponden un poco menos del 50% de las 1.300 toneladas diarias que ingresan,
aún no tienen eco en los procesos de reciclaje.
Hace falta educación en
todo el proceso de tratamiento de la basura, apunta Rivas. Pero cómo hacer si
no hay campañas educativas para que la ciudadanía recicle en un primer punto de
la producción y los segregadores están ocupados en recoger los desechos que
significan dinero para las empresas, en el último. La mayoría de ellos ni
siquiera sabe leer ni escribir. ‘¡Qué bueno sería si nos enseñaran a soldar, a
trabajar con materiales reciclados, a hacer esas casas de café de las que
hablan, muebles!.. ¡Ahh, eso sería hermoso!’, dice emocionada Amalfi al
escuchar la historia de las casa de café.
Los especialistas
recalcan el problema de la falta de legislación. El mal manejo de los desechos
es negocio para unos pocos, repite Banfield. Unas empresas se abastecen, sin
plantearse el tema ambiental y social, de personas que recuperan residuos en
condiciones laborales precarias, coincide con ella Rivas, para quien este
negocio es próspero, rentable, pero sin legislación es ‘éticamente inaceptable,
socialmente inconveniente, ambientalmente insostenible’.
Mientras tanto, el gas
metano, fuente de energía que de ser aprovechada generaría cuantiosos ingresos;
el café, toda la basura, orgánica y gran parte de la inorgánica, que llega al
Cerro Patacón: verduras, pañales, papel, plástico, cartones de leche, vidrio,
metal y una infinita variedad de lo que consumimos, se selecciona con intereses
industriales. Y solo se utiliza el 10%.
Los desechos
aprovechables, como la chatarra, que a falta de planta de tratamiento nacional
se exporta a China, EEUU, Brasil, Japón, donde la reconvierten en materia
prima, generando ganacias millonarias para las empresas involucradas y
perdiéndose como recurso para el país, tienen una baja notable. Los otros, ni
se toman en cuenta.
Por eso para Rivas ‘urge
dotar a Panamá de un sistema de manejo adecuado de los residuos sólidos, crear
un programa nacional para dignificar el sector informal que se dedica al
reciclaje, crear una ‘ley de responsabilidad compartida’, para que el manejo
integral de residuos sólidos sea corresponsabilidad social y requiera la
participación conjunta, coordinada y diferenciada de productores,
distribuidores, consumidores, usuarios y Estado, bajo un esquema de
factibilidad de mercado y eficiencia ambiental, tecnológica, económica y
social’.
Si eso no pasa, la basura
seguirá siendo un tema de unas empresas, como las recicladoras de chatarra, que
exportan entre 40 y 45 millones de dólares anuales que solo los benefician a
ellos, porque no hay legislación que los articule a las necesidades del país.
No hay responsabilidad social. Pagaron su dinero, administran lo que les
interesa, dan algunas garantías a sus empleados. Punto.
‘Y EL MATERIAL SE PERDIÓ’
Se estima que el 70% de
residuos panameños es recolectado en las áreas urbanas, trasladado a vertederos
a cielo abierto y quemado. El otro 30% es acumulado en sitios públicos: playas
y bosques, o lanzado a ríos y quebradas. ‘Un desastre’, dice Amalfi, que fue a
visitar el vertedero de Penonomé. Una zanja enorme y profunda donde los carros
botan el material, luego le prenden fuego ‘y ves que las latas se achicharran.
Cuando están todas negras llega otro carro y le echa tierra’. La sonrisa de
Amalfi se desdibuja: ‘Y todo ese material se perdió’, una larga pausa
interrumpe su relato. ‘Yo me quedé con la boca abierta’, continúa antes de que
su voz se quiebre: ‘Es un dolor muy grande, toda esa plata perdida, todos los
días’.
El problema de la quema a
cielo abierto es mucho más grave que el dinero. El mal tratamiento de basura
impacta negativamente el ambiente, se pierden recursos naturales que nunca se
recuperan y hay efectos irreversibles en las personas. Se atenta contra la vida
y el planeta. ‘La quema a cielo abierto libera dioxinas y furanos, causantes de
anomalías inmunológicas, cáncer, daño reproductivo, defectos de nacimiento,
enfermedades respiratorias y del pulmón, problemas del funcionamiento hepático,
neurológico y renal’, dice Rivas.
En Panamá la quema de
basura es cotidiana. Aparte de los vertederos a cielo abierto municipales, 75%
de viviendas particulares eliminan sus desechos, quemándolos. ‘La basura
debería salir de casa separada’, dice Rivas, que recalaca la necesidad de
educación. Una falencia que se resume en falta de voluntad política, explica
Banfield. Es más fácil hacer una concesión que encargarse del problema con
políticas públicas ‘a nivel de los Ministerios de Educación y Salud, de la ANAM
y la AAUD’. Tenemos todos los elementos para crear una legislación pero no
existe voluntad política, porque este tema no es prioridad en la agenda.
Solo cuando las basuras
sobrepasan la capacidad institucional, la crisis de salud pública se evidencia
y la ciudadanía no puede deshacerse de sus desechos en el shutt, el Ministro de
Salud y los diputados hablan de aplicar una Ley, cuyo proyecto ha esperado dos
años en los anales de la Asamblea.
Mientras la ciudad se
inunda de basura porque las autoridades no han cumplido su papel, Amalfi
reitera que ‘en la basura está la plata, está el futuro’. Solo espera que el
Gobierno entienda y esta vez sí establezca las políticas de reciclaje y
tratamiento adecuadas que ‘bastante convendrían al país’.
Panamá cuenta con
profesionales calificados, recursos económicos, acceso a la tecnología. Ya la
norma está hecha. Solo hay que poner manos a la obra, dice Rivas.
Fuente: La Estrella