Sergio Bruni, presidente del. Instituto de Políticas Públicas de la UCR
Buenos Aires, Argentina, 29 de octubre del 2102.- En la sociedad actual, la utilización de
instrumentos, artefactos, máquinas, herramientas, y dispositivos sustentados en
la más novedosa tecnología, se ha convertido en algo habitual en la vida de las
personas.
Teléfonos, fijos y
celulares; televisores; computadoras, notebooks, netbooks y tablets; consolas
de video juegos; sistemas de televisión abierta, satelital, de cable o por
circuito cerrado; hornos microondas; heladeras; son algunos de los elementos
que cotidianamente utilizamos. Pero en razón de caer en desuso, o por fallas, o
simplemente por placer personal, solemos dejarlos de lado con suma facilidad,
y, si tenemos la suerte de contar con los medios económicos suficientes, los
sustituimos por otros “nuevos”, produciendo grandes cantidades de chatarra
tecnológica.
Según un informe de la
E.P.A (United States Environmental Protection Agency), en los EU el 1% de los
residuos sólidos es basura electrónica. Bajo este concepto se designa a todos
los desechos que la sociedad produce al consumir tecnología: equipos
electrónicos, generalmente obsoletos que son reemplazados por otros más
modernos, y que terminan en la basura. Pero aún más preocupante es que la
mayoría de los consumidores de estos equipos desconoce (o no le preocupa) el
hecho de que los mismos contengan elementos altamente tóxicos, que al entrar en
contacto con el medio ambiente causan daños irreversibles.
Por ejemplo, el fósforo
que recubre el interior de los tubos de rayos catódicos empleados en los TV o
monitores; el plomo, mercurio y cadmio que contienen las placas electrónicas
internas de una computadora, o las sustancias que se encuentran en cualquier
batería. Todas ellas son altamente nocivas para el ser humano, que al
desecharse pasan directamente al agua, contaminándola con sustancias que pueden
llegar a ser mortales para la población.
Pero la trama es un poco
más compleja, y no se agota en el destino final que le brindan los consumidores
a estos productos potencialmente contaminantes.
Los fabricantes, por su
parte, deberían evitar que sustancias toxicas integren sus productos, lo que a
menudo resulta más costoso, por lo que esta opción es descartada de plano. La
organización ambientalista Greenpeace acusó a Apple de utilizar componentes
potencialmente tóxicos en el iPhone. Según se lee en la denuncia, algunas de
las partes del iPhone contienen productos (como el bromo) que otras compañías
han eliminado hace tiempo en la fabricación de sus celulares.
Otra problemática para
nada menor es que, en algunas oportunidades, las naciones con un alto índice de
desarrollo se “desentienden” de su basura tecnológica enviándola a los países
en vías de desarrollo. Así, del 1% mencionado en el caso de EU, un gran
porcentaje se transporta por mar a Asia, donde hombres, mujeres y niños se
dedican a separar sus componentes para obtener unos gramos de cobre y plomo por
poco menos de 20 pesos al día.
Es que una tonelada de
restos de computadoras contiene más oro que 17 toneladas del mineral extraído
de una mina, y las placas de circuito impreso son 40 veces más ricas en cobre
que una mina de cobre. Sin embargo, extraerlos implica exponer a las personas
que lo hacen a vapores de metales dañinos como plomo, mercurio y cadmio. La
Unión Europea ha prohibido este tipo de práctica mediante la Directiva sobre
Residuos de Equipamiento Eléctrico y Electrónico, por eso se buscan países con
legislaciones blandas que lo permitan.
Por ello, se impone la
necesidad de buscar una forma eficaz de realizar el reciclaje tecnológico. Y no
es tan complicado. En el caso de las computadoras, por ejemplo, se pueden donar
a instituciones educativas, quienes pueden darles uso aunque su tecnología sea
algo más antigua. En caso de que su uso no sea posible, hay algunas
experiencias que demuestran que aun pueden ser empleadas como materia prima
para la creación de esculturas o hasta ladrillos para construir casas.
Existen organizaciones no
gubernamentales que se dedican a recoger computadoras, a los que les instalan
versiones de sistemas operativos donados por empresas como Microsoft. Luego,
estos equipos que de otra manera hubiesen terminado en la basura son utilizados
para la creación de aulas informáticas en hogares, asociaciones y centros de
acogida que solicitan participar en proyectos para alfabetizar y enseñar sobre
las tecnologías más innovadoras a nuevos usuarios de Internet. En España, por
ejemplo, la Fundación Bip Bip en los últimos tres años, ha instalado 1930 aulas
que han ayudado a 569.964 personas en riesgo de exclusión social a tener más
oportunidades en la sociedad actual.
Existen algunos
antecedentes de gran interés en nuestro país. Como las pilas o baterías
desechadas, aumentan el riesgo de contaminación de las napas freáticas con
residuos altamente tóxicos, una de las alternativas para su aprovechamiento es
llevada a cabo en el municipio de Trenque Lauquen, en la provincia de Buenos
Aires, donde se ha construido un anfiteatro al aire libre cuyas gradas están
fabricadas con hormigón armado siendo su núcleo las pilas y baterías que los
vecinos fueron alcanzando a los centros de reciclado durante varios meses. De
esa manera, el mercurio y demás metales pesados se encuentran confinados en el
hormigón y no representan un peligro para el agua potable de la ciudad.
Pero ¿qué podemos hacer
desde los núcleos más básicos, esto es, desde nuestra familia para evitar
generar cantidades innecesarias de chatarra tecnológica? El aporte puede
parecer pequeño, pero constituye un gran paso hacia un importante y necesario
cambio en los paradigmas más aferrados a nuestra cultura. Sería muy positivo,
por ejemplo, comenzar a evitar la tentación de descartar un artefacto cada vez
que sale una versión más nueva del mismo, lo que generalmente responde más a
una campaña publicitaria, que a una real necesidad de las nuevas condiciones
que éste provee. En todo caso, nunca debemos tirar a la basura los equipos
electrónicos que ya no usaremos, si están en condiciones de funcionamiento,
deberíamos donarlos a alguna institución que los haga llegar a quienes pueden
sacarle provecho y si no funcionan cooperar con los programas de recolección y
tratamiento de este tipo de residuos. Por otra parte, al adquirir algún
artefacto nuevo, podemos elegir los que incorporan una batería recargable en
lugar de pilas, y si no es posible, usarlo con pilas recargables, además de
considerar con detalle la calidad del mismo, eligiendo siempre equipos más
eficientes que puedan durarnos la mayor cantidad de tiempo.
Si bien es cierto que,
muchas veces, se requiere de una logística compleja y costosa para realizar los
procesos de reciclaje y reutilización de los artefactos tecnológicos, es
necesario comenzar con el cambio y promover una verdadera política de estado
acompañada de la inversión concreta y suficiente para llevarla a cabo.
En este sentido en la
legislatura de la provincia se han presentado distintas iniciativas al
respecto, podemos citar como ejemplo el sistema de reciclado de equipamiento
informático y alfabetización digital en las escuelas rurales y urbano
marginales de la provincia, de la Senadora Alejandra Naman. En el caso de quién
suscribe, desarrollamos proyectos destinados al reciclado de residuos en
general, como así también un programa específico dirigido al tratamiento de
pilas y baterías.
El compromiso con el medio
ambiente debe ser continuo y permanente, ya que como dice nuestra Constitución
Nacional, “todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano,
equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades
productivas satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de la
generaciones futuras; y tienen el deber de preservarlo”.
Es por ello que, además
del deber y compromiso que como ciudadanos todos poseemos, el Estado no puede
continuar posponiendo la necesidad de implementar estrategias destinadas al
reciclaje, la reutilización y la reducción de los residuos, advirtiendo con
especial atención lo que sucede en consecuencia de los distintos procesos de
desarrollo técnico e industrial, teniendo en cuenta que nuestro planeta posee recursos
naturales que no son renovables, y sobre los cuales debemos establecer
políticas operativas, en el marco de procesos sustentables, que hagan viables
las ecuaciones económico-financieras, pero que a su vez promuevan el desarrollo
integral de las sociedades modernas, generando las condiciones ambientales que
permitan gozar plenamente de este derecho.
Fuente: Andino