Darío Perellano, jefe del Escuadrón Principal de Punta de Vacas manifestó
que están facultados para actuar en este sentido. Mendocinos contaron su
tedioso periplo. Tras superar los trámites en Horcones, Gendarmería les volvió
a revisar lo que compraron. En la Aduana cuestionan las facultades de los
hombres de verde.
Punta de Vacas, Argentina, 24 de octubre del 2012.- Muchos mendocinos se vieron sorprendidos en estos
últimos días porque después de haber pasado la aduana, en varios casos con
mercadería comprada y declarada ante este cuerpo, luego tuvieron que enfrentar
otro control, esta vez de Gendarmería.
Hubo muchos
cuestionamiento por si a las fuerzas de seguridad les corresponde realizar esta
tarea y fue de la misma Gendarmería que sostuvieron que sí.
Consultado por Diario
UNO, el comandante principal, Darío Perellano, jefe del escuadrón de Punta de
Vacas, manifestó que están facultados para actuar en este sentido”.
Señaló después que no se
trataba de nuevos operativos, sino de los habituales –aunque los que siempre
viajan a Chile no los hayan detectado anteriormente– y que el personal a su
cargo tenía la tarea de “verificar que quienes proceden del vecino país hayan
efectuado los trámites correspondientes (migratorios y aduaneros), corroborando
si llevan mercadería no declarada o si pagaron el impuesto establecido para los
bienes que se permite transportar desde otro país”.
Sobre los secuestros de
mercadería que se produjeron el fin de semana, Perellano explicó: “Muchos
sortean los controles aduaneros y esconden los productos que compran, por lo
que se procede a revisarles el vehículo y retirarles la mercadería ilegal, que
luego se remite con el acta que corresponde a la Aduana, donde verifican la
situación”.
Por su parte un
funcionario de Aduana, que prefirió no identificarse señaló: “Entendemos que no
tienen esa facultad, ya que la ley es clara cuando habla de su función de
policía y seguridad en los pasos fronterizos, y de prevención y represión del
contrabando cuando no hay autoridades administrativas en funciones, salvo que
les deleguen tras un acuerdo esas facultades. Pero más allá de estos datos, lo
cierto es que no sólo para los viajeros la situación genera complicaciones.
Administrativamente no hacen más que agravar las demoras en las tramitaciones”,
Esta fuente explicó: “Los
oficiales generan actas que después tenemos que archivar porque no
corresponden”, y dio un ejemplo: “Nos llegaron casos de personas que en la
Aduana declararon la compra de un televisor cuyo monto se cubría con la
franquicia de U$S150 por persona, por lo que no les correspondía ningún
tributo. En Punta de Vacas, al no tener ninguna prueba (como no pagaron
impuestos no se les dio comprobante), los gendarmes les secuestraron el
producto. La consecuencia fue que perdimos tiempo aclarándoles la situación,
además de recibir las quejas de los perjudicados”.
El funcionario contó que
varias veces las autoridades locales intentaron interceder ante la
superposición de funciones, aunque cuando UNO consultó al Ministerio de
Gobierno, allí explicaron que no tienen ingerencia sobre lo actuado por
Gendarmería Nacional.
“¿Cuántos son y qué
cositas compraron?”
Después de una
determinación de la Dirección General de Aduanas (DGA), el Complejo de Horcones
actualizó mediante un instructivo un decreto nacional de 1982 (el 1.001),
restringiendo el ingreso de algunas mercaderías adquiridas en el exterior (como
las de línea blanca o electrodomésticos, muebles y repuestos para vehículos, entre
otros productos).
Si bien esta medida es de
público conocimiento, como su sustento legal, varios mendocinos la desconocían
dada su reciente aplicación. Este fue uno de los problemas que acusaron quienes
pasaron la frontera estas últimas semanas. Pero el mayor inconveniente, quizás
más grave porque no hubo una notificación pública en este sentido, fue el
segundo control ejercido por los gendarmes.
Amén de que las
autoridades definan qué facultades determinan para unos y otros, y si existen
responsabilidades por los trastornos ocasionados, lo cierto es que el maltrato
y el atropello tiñeron las crónicas de quienes contaron sus experiencias.
Aprovechando un viaje
familiar que había hecho a Chile, una abogada mendocina adquirió un televisor
LCD porque pese a la diferencia cambiaria, el recargo aplicado a las tarjetas
de crédito y el impuesto aduanero, aún así le convenía la compra.
Al regresar a Mendoza y
luego de la espera normal de cualquier época del año, pasó como corresponde por
Horcones, donde declaró el bien y pagó el tributo que por ley está establecido
cuando las compras superan los U$S150 por persona, si el viaje se realiza por
vía terrestre.
Con el comprobante del
pago del impuesto sellado por el personal aduanero, siguió su trayecto a
destino. Pero al llegar a Punta de Vacas la sorprendió una nueva fila de
vehículos por un control que no había percibido en otras oportunidades. Al
tocarle el turno, un gendarme encaró la conversación indagándola: “¿Cuántos son
en el vehículo y qué cositas compraron en Chile?” (con estas textuales
palabras, siguiendo el testimonio).
La mujer, escudada en el
conocimiento de las leyes, le respondió al gendarme que no tenía por qué
decirle qué llevaba y ante el requerimiento de documentación (de las facturas
de los bienes adquiridos y de los impuestos pagados) por parte del uniformado,
la abogada volvió a negarse argumentándole que “ellos no son la AFIP y que para
eso había pasado el control de la Aduana”.
La situación se tensó y
dado que esta mendocina no escatimó en reparos para con el gendarme, logró
seguir el viaje, no sin antes despacharse con algunos cuestionamientos desde la
ventana de su auto ya en marcha. Después supo, al llegar a Uspallata, que
varios viajeros compartían su enojo, al haber sido objeto de la misma
situación.
Otra mujer –las
identidades de este testimonio y del anterior se preservan por su expreso
pedido–, manifestó: “Cuando llegamos al puesto de Gendarmería vimos un auto al
costado del camino, con cajas y equipajes abiertos, sobre la calzada. Los gendarmes
estaban metidos de cabeza dentro del vehículo controlando hasta los bolsos. Con
linternas iluminaban debajo del auto y miraban hasta las ruedas. Había perros
de la unidad antidrogas circulando. Pensamos que era un caso excepcional, por
alguna investigación de narcotráfico, pero cuando nos tocó a nosotros, nos
preguntaron de dónde veníamos, cuántos días habíamos estado, para qué habíamos
viajado y qué compramos. Repitieron la mecánica y luego nos dejaron seguir. Nos
quedamos callados, con una mezcla de miedo y enojo”.
Fuente: Uno