Valencia España, 23 de septiembre del 2012.- Un estudio documenta las injusticias implícitas
en el comercio global de las materias primas; la asimétrica distribución de los
beneficios generados por la creciente demanda de metales es sólo una de sus
expresiones.
En Europa es
relativamente fácil consumir productos agrícolas y artículos derivados cuya
compra-venta ha tenido lugar bajo condiciones de comercio justo en países no
industrializados. Para muchos alemanes, el valor agregado de ese tipo de
mercancía es que les permite disfrutar de una buena alimentación con
tranquilidad de consciencia. El asunto se complica enormemente a la hora de
hacer otras elecciones; como por ejemplo, la compra de un automóvil, un
teléfono móvil o un ordenador.
Estas máquinas están
hechas a partir de materias primas muy diversas; pero el proceso de ensamblaje
es tan complejo que ni siquiera sus fabricantes recuerdan la lista completa de
los materiales usados. Por lo general, ellos no conocen la procedencia de esos
recursos ni están conscientes de las condiciones bajo las que éstos se
explotan. Eso es algo que los industriales deberían saber, sostienen varias
instituciones caritativas alemanas.
Junto a la organización
no gubernamental Global Policy Forum (GPF), Brot für die Welt (Pan para el
Mundo) y Misereor publicaron “De la mena al automóvil”, una investigación sobre
las circunstancias que rodean a la producción, exportación, importación y
distribución de las materias primas usadas por la industria automotriz alemana.
Sus conclusiones son alarmantes: en muchos países, el comercio de las materias
primas es cualquier cosa menos justo y va de la mano de graves violaciones de
los derechos humanos.