Por Leonardo David Jiménez Molinello.
Miembro de RECALCA. Investigador de CEDETRABAJO, Capitulo Cartagena.
Bogotá, Colombia, 29 de agosto del
2012.- En el contexto del foro
organizado por la Universidad del Norte titulado Sobre los retos y
oportunidades que tiene la Costa Caribe colombiana frente al TLC con Estados
Unidos, el Ministro de Comercio Exterior Sergio Díazgranados argumentó que
“estos Tratados de libre comercio, especialmente el de Estados unidos, no son
otra cosa que un puente entre dos países que establecen unas reglas de juego para
que los empresarios, en un ambiente predecible y estable, puedan programar sus
negocios. La Costa Caribe tiene un gran potencial, y este es el reto al que
debemos apostarle”
Asimismo, agregó que este
enorme potencial que existe para los empresarios nacionales y regionales en la
atmósfera de este negocio con la principal potencia económica del mundo es muy
viable y lo único que se requiere para beneficiarse de esta colosal oportunidad
que tenemos, es elaborar y ejecutar por parte de los distintos sectores
productivos del país, agendas de negocios “inventivas” e “innovadoras” que nos
posibiliten el acceso efectivo al mercado más grande del mundo.
De la misma forma, añade
que se convierte en una necesidad imperiosa apostar a la implementación de
medidas que posibiliten una verdadera reconversión productiva en sectores como
el agropecuario, el cual debe concentrarse en elevar sus niveles de
competitividad, focalizando sus energías productivas en aquellos bienes que
demandan los mercados internacionales.
Sin embargo, estas
apuestas productivas en las cuales hace hincapié la tecnocracia neoliberal, y
que están definidas en el marco de estos acuerdos, debe ser objeto de profunda
discusión, debido a que ellas en su conjunto condena al atraso, a la pobreza y
al subdesarrollo, no sólo al país sino también a las distintas regiones que lo
conforman.
En ese sentido, el
propósito de este documento es demostrar, a luz de los análisis y de la
realidad objetiva que este tratado de libre comercio entre Colombia y Estados
unidos que entró en vigencia el pasado 15 de mayo, no resolverá los indignantes
indicadores de pobreza y miseria que padece un departamento como Bolívar; por
el contrario, la finalidad de este “acuerdo” es elevar a su fase superior las
nefastas consecuencias que generó la apertura económica en los principales
renglones de la economía departamental como el aparato productivo industrial de
su capital y su sector agropecuario.
Adicionalmente,
realizaremos un razonamiento sobre las supuestas ventajas competitivas que
tenemos con este tratado, planteado si estas supuestas “apuestas productivas”
contribuyen o no al progreso y el desarrollo departamental.
Situación de la industria
cartagenera después de dos décadas de aplicación del Modelo Económico
Neoliberal: la renuncia a toda posibilidad de desarrollo industrial.
Con la implementación de
las teorías neoliberales en el país, el tan proclamado desarrollo industrial en
el departamento de Bolívar no se alcanzó. Las supuestas bondades de las
ventajas competitivas en el entorno de la competencia internacional que
posibilitaría la eficiencia de los agentes económicos nacionales y regionales
no se lograron. Del mismo modo, los tan anunciados procesos de convergencia
entre países del tercer mundo y los industrializados en su desarrollo
productivo no se fomentaron; por el contrario, la estructura productiva del
departamento sufrió un severo traumatismo al generarse un desplazamiento
negativo en su ámbito productivo, a causa de la especialización en el sector de
los servicios, que en la actualidad aporta más del 36.2% del PIB departamental,
y el marginamiento de su sector industrial. Sumado a que este crecimiento que
ha experimentado este sector de la economía local se debe a el reforzamiento
del sector financiero distrital.
Las captaciones obtenidas
por este renglón subieron en el 2002 de aproximadamente $802.060 millones de
pesos a mas de 1.460.477 millones, mientras la industria manufacturera sólo
contribuye con el 25.9 % del PIB departamental (Ver gráfico 1)
De igual manera, al
examinar la composición de la plataforma industrial de Cartagena después de más
dos décadas de aplicación de libre comercio, podemos sustentar que ésta se
encuentra en un rezago absoluto.
En efecto ,un trabajo
investigativo muy interesante, elaborado por Luis Fernando López, Director de
investigaciones del Centros de Estudios Desarrollo y Competitividad, (CEDEC)
titulado De la transformación productiva de Colombia y sus regiones después de
la Apertura Económica, señala que “este departamento aún se encuentra lejos de
una transformación productiva hacia sectores y ramas que permitan un aumento
consistente de creación de valor agregado, debido a que la estructura
industrial del departamento en la producción de bienes de capital y de bienes de
transporte es prácticamente inexistente.
Además, añade que los
índices de crecimiento de estos bienes industriales en este periodo (1975-2005)
(BT y los BK) “demuestran que estos sectores mantuvieron los mismos niveles que
tenía en 1975” (López, 2006) (Ver gráfico 2)
Es decir, el gran
resultado obtenido con la aplicación de este modelo económico en la composición
de la base industrial de Cartagena, ha sido la renuncia expresa a cualquier
posibilidad de desarrollo productivo local sustentado en la producción de
bienes de elevada complejidad tecnológica, que generen alto valor agregado y
que permitan expandir esquemas de encadenamiento productivos en la ciudad, y
que a su vez se traduzcan en la generación de fuentes de empleo estables y bien
remunerados.
Asimismo, esta renuncia a
cualquier decisión seria de modernización del departamento en su plataforma
industrial se ve expresada de igual manera en el grado tecnológico de las
exportaciones manufactureras realizadas por parte del departamento de Bolívar
en el concierto internacional. En ese sentido, un paper elaborado por la Cámara
de Comercio de Cartagena demuestra, utilizando como fundamento técnico las
estadísticas de las cuentas externas de la Dirección de Impuestos y Aduanas
(DIAN) y del Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE), que
el 59,2 % de las exportaciones que alcanzaron un monto de más de US$ 2,238
millones en 2011, fueron de manufacturas basadas en recursos naturales como el
gasóleo, fueloils, gasolina con tetraetilo de plomo para vehículos y
automotores, entre otros aceites ligeros.
Además, la segunda
clasificación con mayor participación en las ventas industriales
departamentales fueron las sustentadas en la manufactura de tecnología media,
que representaron el 31.6 %, mientras que las manufacturas de alta tecnología o
de bienes capitales, decisivas en la consecución de un proceso de modernización
de la estructura industrial regional, contribuyeron en la oferta exportable
global tan sólo con el 0,03 % en 2011.
Es decir, cada vez más
lejos de asimilar o de converger en el desarrollo industrial con las regiones
del primer mundo se encuentra Bolívar; sin embargo, de esta realidad que hemos
venido explicado surge el siguiente interrogante que resulta obligatorio
formular: ¿si se logrará con la entrada en vigencia de este TLC con Estados
Unidos revertir los patrones del comercio exterior de Bolívar, o por el
contrario, a causa de este acuerdo lo que se afianzara es el modelo económico
que ha primado y el cual es el responsable de estos resultados en la
manufactura departamental?.
Frente a este
interrogante que estamos planteado, una investigación adelantada por Cámara de
Comercio de Cartagena nos suministra elementos analíticos suficientes para
plantear que lo que se pretende con estos acuerdos es profundizar los efectos
negativos de la apertura en el sector industrial departamental, acentuando los
parámetros que ha predominado en las relaciones económicas internacionales con
Estados Unidos. En efecto, en dicho estudio se indica como los productos que se
verán beneficiados con la desgravación arancelaria son fueloils (fracción de
petróleo) además de los aceites a base de petróleo, el diesel y la gasolina sin
plomo, entre otros bienes.
Estos productos son los
que en definitiva impone Estados Unidos al tenor de los supuestos “acuerdos” de
libre comercio, tal como queda demostrado al examinar la configuración de las
compras externas que realiza el coloso del norte. Según los cálculos elaborados
por el CEDEC utilizando la información suministrada por un comtrade en 2011, el
coste total de las importaciones de este país ascendieron a la cifra de US$
2.262.585.634.365, de ellas el 15.16 %, esto es más de U$ 342.909.691.788,
fueron destinados a compras de petróleo y aceites crudos derivados este.
Igualmente, más de U$ 62.699.885.255 fueron orientados a la adquisición de
vehículos para personas con motor de embolo, de los cuales Bolívar no tiene ni
la mas mínima oportunidad de vender, puesto que su aparato industrial no los
produce.
De lo anterior se
deprende que las compras que realiza Estados Unidos en los mercados
internacionales se focalizan en sectores específicos como el petróleo, entre
otras materias primas mineras. De igual forma en bienes de capital de alto
valor agregado que para el caso especifico de Bolívar, no se generan.
Igualmente, al evaluar la
balanza comercial con este país, identificamos que las ventas realizadas por
Bolívar en el 2011 fueron de 750 millones de dólares, mientras que las compras
a Estados Unidos alcanzaron más de 1.593 millones de dólares, lo que significa
una balanza comercial negativa en más de 853 millones de dólares.
En suma, con este
tratado, el desarrollo departamental estará sustentado en continuar exportando
a esta nación los mismo bienes primarios, además de los productos que fabrique
la industria ligera, los cuales no contribuyen al surgimiento de una plataforma
industrial gravitada en la producción de bienes complejos de alto valor
agregado económico, científico e industrial. Por ello, las consecuencias que se
van suscitar a causa de subordinar nuestras políticas industriales a los
acuerdos de libre comercio en el contorno de las ventajas competitivas, se
verán reflejadas en la agudización de las condiciones de atraso y de pobreza en
el departamento de Bolívar, elevando a fase superior los efectos de la apertura
económica en este sector estratégico de la producción departamental
Por otro lado,
examinaremos los impactos de este acuerdo en el sector agropecuario
departamental.
Los impactos y
consecuencias de este tratado en el sector agropecuario bolivarense.
Es indiscutible que uno
de los principales sectores que ha sentido con todo rigor las infaustas
consecuencias de las políticas del libre comercio es el sector agropecuario,
debido a que en el contexto de este modelo se definió que este no podía emplear
de manera eficiente el principal de los factores productivos, que para el caso
del sector rural es la tierra.
En efecto, según la
última Encuesta Nacional Agropecuaria, el Departamento de Bolívar cuenta con una
superficie agropecuaria total de 1.495.440 de hectáreas, de las cuales
1.191.272 hectáreas están destinadas a las actividades de ganadería, esto
equivale al 77% de la franja agrícola total. (Ver gráfico 3)
Igualmente, hay que
subrayar que las actividades pecuarias en Bolívar se caracterizan por ser
intensiva en tierra y no en capital, es decir que el uso preponderante de la
tierra por parte de ella y la ausencia generalizada del capital en el campo,
impide que en el departamento se posibilite la aplicación eficaz de los métodos
de organización empresarial, lo cual a su vez restringe los avances técnicos y
científicos de la producción agropecuaria en esta región del país,
imposibilitando la superación de los profundos atrasos productivos y sociales
que flagelan al sector.
Del igual modo, no existe
a causa de este modelo una distribución equitativa de la tierra que permita
elevar los niveles de productividad sectorial en el campo. En consecuencia, en
Bolívar existen más de 52.828 predios con 61.356 propietarios, de los cuales 72
propietarios tienen predios de más de 2000 mil hectáreas, que ocupan 555.428
mil hectáreas de superficie; mientras existen 6.420 propietarios que tienen
menos de una 1 hectáreas en promedio y ocupan 1.566 hectáreas de superficie
(Pérez, 2005).
En ese sentido, las
directrices políticas agropecuarias que se están implementado en el agro
bolivarense, obedecen a la necesidad de adecuar este sector de la economía
departamental a los requerimientos delineados en el tratado de libre comercio con
Estados Unidos, por ello, vemos como en Bolívar más de 961.083 hectáreas tienen
como única “función productiva “ser pasto y forraje.
Del mismo modo,
observamos cómo sólo el 8 % de la superficie total está siendo empleado para
las siembras agrícolas, cobijando apenas 130 mil hectáreas, que están siendo
orientadas para estos propósitos, no obstante la relevancia de estos cultivos,
que estriba en que ellos permiten una eficiente rotación de los factores de
producción en el campo, contribuyendo a su modernización.
Esta radiografía del
sector se agudiza aún más al señalar que el 59% de los cultivos agrícolas son
permanentes o tropicales, mientras que los transitorios, que son fundamentales,
sólo representan un 38% de franja total (Ver gráfico 4).
Estas determinaciones
obedecen a la tesis falaz que ha sido impulsada por el paradigma del libre
comercio, el cual prescribe o más bien impone que la agricultura del país y por
supuesto, también la departamental debe abandonar la producción de bienes
esenciales para la alimentación de los colombianos, entregándoles esta
responsabilidad a los países desarrollados. Esto explica porque los cultivos de
economía campesina en el departamento han sufrido una disminución significativa
los “cultivos transitorios”, como el maíz, el trigo, la cebada y la papa entre
los más destacados, que comprenden una extensión de tierra cultivable de unos
96.805 mil hectáreas, que equivalen al 60% de la superficie cultivable del
departamento, cuando en 1991 constituían el 80% de la de la misma.
En ese sentido, la
orientación trazada para la agricultura departamental es la especialización de
aquellos productos agropecuarios que serán potencialmente favorecidos por este
tratado como las frutas frescas, que hacen parte de los bienes agrarios que pertenece
a la canasta tipo A, es decir que tienen desgravación arancelaria inmediata y
antes gozaban de un arancel común del 2,2 %. Igualmente, la lima tahitiana y
pérsica, entre otras frutas cítricas, que han experimentado un crecimiento en
la importaciones norteamericanas entre 2001 y 2006 del 23.3% y poseían un
arancel externo del 0.8%. De igual manera, las papayas que tienen acceso
inmediato y el aguacate que tiene un arancel de 11.2 cents/Kg. Es decir, que
acorde a los pronósticos y fines establecidos por este acuerdo, el futuro de la
agricultura bolivarense está en volcarse en la venta a Estados Unidos de estos
productos agrícolas.
En conclusión, al
analizar los impactos que ha generado este modelo económico en el departamento
de Bolívar en los sectores de la economía real como el agro y la industria,
queda claramente revelado que el propósito de este TLC no es generar
posibilidades de desarrollo en el ámbito regional, sino que su cometido radica
en elevar a grado superior las funestas consecuencias que ocasionó la apertura
económica, además de exacerbar los inequitativos patrones comerciales que han
regido las relaciones internacionales con nuestro supuesto principal socio
comercial, a quien lo único que le interesa son nuestros productos primarios
agrícola e industriales.
Fuente: RECALCA