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viernes, 26 de octubre de 2012

Globalización y guetos



Recordando a los guetos de la Alemania nazi -barrios donde vivían atestadas como parias las personas judías, gitanas y de otras minorías- y los bantustanes de la Sudáfrica del Apartheid -territorios creados como patrias de tercera clase para la población africana, como parte de la política de segregación racial impuesta por los descendientes europeos-, las y los connacionales “ilegales” en USA viven prisioneros en sus apartamentos yendo de la casa al trabajo sin libertad para esparcirse y socializar por miedo a la deportación de la “migra”.

Francisca Gómez Grijalva
Las migraciones de guatemaltecas y guatemaltecos (ladinas, ladinos, mayas, garífunas y xincas) han sido parte de las grandes corrientes migratorias mundiales de los pueblos del llamado “tercer mundo” a Europa y Estados Unidos. Procesos que se han incrementado vertiginosamente a partir de las últimas décadas del siglo XX, al mismo tiempo que el sistema capitalista ha afianzado su dominio con políticas deshumanizadoras bajo el discurso de las bondades de la globalización económica.
Cuando las personas emigran a Europa o Estados Unidos sin las respectivas visas, van a ser estigmatizadas con calificativos de “indocumentadas, indocumentados o ilegales”. Bajo este estatus las personas tienen anulados todos sus derechos políticos, sociales, económicos y jurídicos.
Es a partir de esta condición que las personas son criminalizadas y condenadas a vivir en el más profundo anonimato. Mientras el otro lado perverso del sistema capitalista se aprovecha del estatus “ilegal” de las personas para explotar su fuerza de trabajo bajo ese ambiguo concepto de economía sumergida. De esa cuenta las personas ni reciben el salario mínimo, menos aún firman un contrato de trabajo y en consecuencia jamás gozarán de su derecho a las prestaciones laborales ni tendrán derecho a la seguridad social.
A los Estados Unidos y a Europa bien se les puede aplicar aquel refrán que dice luz en la calle y oscuridad en la casa. Precisamente porque se supone que son los impulsores de procesos democráticos a nivel mundial, pero sus leyes migratorias son abiertamente racistas, sexistas y clasistas.
Por otro lado, es innegable que la mayoría de personas que emigran a los Estados Unidos y Europa aunque cuenten con sus respectivas acreditaciones académicas, se ven obligadas a realizar trabajos no cualificados y siempre dentro del contexto de la división sexual del trabajo. Las mujeres mayoritariamente van a dedicarse a la crianza y cuidado de las hijas e hijos de las y los estadounidenses, europeas o europeos, así como la limpieza de casas, preparación de comida, lavado de ropa, entre otros. Y los hombres trabajan en el campo; en la construcción como albañiles; en los restaurantes como camareros, cocineros, entre otros.
Para hablar de empleo digno y mejora de las condiciones sociales y económicas de la ciudadanía migrante es necesario que los países de acogida sean coherentes con su discurso de respeto y cumplimento de los derechos humanos, garantizándolas para la población migrante, contribuyendo a una ciudadanía global digna y en paridad de condiciones.
Fuente: Prensa Libre
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