México, DF, 29 de septiembre del 2012.- El exfuncionario salinista Jacques Rogozinski –el otrora vendedor más
grande de empresas públicas en México– reaparece en escena con un nuevo libro
que será puesto en circulación en los próximos días por Random House Mondadori:
Mitos y mentadas de la economía mexicana. Por qué crece poco un país hecho a la
medida del paladar norteamericano.
Funcionario del BID desde hace más de diez años, radicado, el economista
sostiene que los mexicanos nos autoflagelamos y que somos incapaces de
defendernos. Y tras hacer un repaso de la historia económica mundial lleno de
metáforas, lanza su receta: “La economía de México precisa su propia aspirina…”
México, DF, 29 de
septiembre del 2012.- México ha perdido mucho tiempo y enormes posibilidades de
tener un crecimiento económico que genere empleos suficientes y asegure el
bienestar de la población.
La razón: el país “se ha
comportado, históricamente, manteniéndose rehén de sí mismo, aplicando ideas
casi con ansiedad automática, sin evaluar con detenimiento sus insumos, sus
posibilidades y sus capacidades, sin adaptar los modelos económicos a su propia
realidad y sin pintarle la raya a nadie.”
Así lo escribe Jacques
Rogozinski Schtulman en su libro Mitos y mentadas de la economía mexicana. Por
qué crece poco un país hecho a la medida del paladar norteamericano, que esta
semana estará ya en librerías bajo el sello de Random House Mondadori, en su
colección Debate.
El autor es, desde enero
de 2000, director general de la Corporación Interamericana de Inversiones, un
organismo del Banco Interamericano de Desarrollo que brinda apoyo financiero a
pequeñas y medianas empresas de América Latina y el Caribe.
Dado su alejamiento
geográfico, su nombre podría no decirle gran cosa a muchos, sobre todo a los
más jóvenes, pero fue un funcionario mexicano –de origen francés –de notable
relevancia y muy conocido.
En el gobierno de Carlos
Salinas de Gortari (1988-1994) se desempeñó como titular de la Unidad de
Desincorporación de Entidades Públicas, en la Secretaría de Hacienda, que era
la encargada de vender, fusionar, transferir o liquidar las empresas
paraestatales.
Cientos de procesos debió
dirigir Rogozinski –el gobierno mexicano, al inicio de la gestión de Miguel de
la Madrid (1982-1988) acumulaba más de mil 200 paraestatales–, pero destaca sin
duda la polémica venta de Teléfonos de México a Carlos Slim, proceso que en el
libro detalla y defiende su conclusión. Cualquiera que hubiera ganado Telmex
habría sido señalado como “amigo” del presidente (Salinas); pero no hubo tal amiguismo,
dice.
En columnas
especializadas de la época era común que a Rogozinski le llamaran “Jacques el
desincorporador” o “el Og Mandino mexicano”, por ser “el vendedor (de empresas
públicas) más grande del mundo”. Su experiencia en la Unidad de Desincorporación
quedó plasmada en su libro La privatización en México: razones e impactos
(Trillas, 1997).
En Mitos y mentadas,
Rogozinski sorprende porque pone el acento –es el eje del libro– en algo que
parecería impensable que proviniera de un egresado del ITAM (licenciatura en
administración), de la Universidad de Colorado (doctorado en economía),
exintegrante de un gobierno emblemático del neoliberalismo… y que lleva más de
12 años viviendo en Estados Unidos.
“La demanda central –dice
en el epílogo–, es ponernos a cubierto del facilismo de salir a tomar prestadas
recetas que no fueron creadas por nosotros ni con el futuro de México en mente.
Por alguna razón, la medicina está apostando a los medicamentos genéticamente
orientados: cada organismo es distinto del otro, así todos seamos humanos.
“La economía de México
precisa su propia aspirina. Debemos pensar qué necesitamos en función de lo que
somos como nación, lo que poseemos y lo que queremos ser. Adaptar, como he
dicho antes, la receta a las condiciones de nuestra cocina y su despensa.
“En el camino, seguiremos
recibiendo tentadoras invitaciones de entregarnos al mágico pensamiento de los
grandes cerebros internacionales, promocionados sin pudor por gobiernos,
academia, intelectuales y medios.”
Una receta singular
De los tres grandes
apartados en que divide el libro, Rogozinski desarrolla en el primero todo el
tema que ocupa su principal preocupación. Con claridad recorre el camino de la
historia económica del mundo, desde los economistas clásicos hasta los actuales,
pasando por todas las corrientes de pensamiento económico, de las que
–justamente– han derivado los recetarios que México compró y “que ni sus
creadores siguen al pie de la letra”.
En la segunda parte, que
sin duda será una de las más polémicas, aborda temas que más bien son parte de
la historia, las costumbres, la cultura y la idiosincrasia mexicanas, pero que
también son obstáculos para el crecimiento económico.
En el epígrafe de esa
segunda parte, el autor adelanta el tono con que tratará los temas y las ideas
que, a su juicio, tampoco han permitido que crezcamos económica y socialmente.
Dice:
“De cómo los
intelectuales del desarrollo nos convencieron de que todos los países pueden
tomar el mismo jarabe. De cómo la cultura local es trascendental para crear
estrategias de desarrollo eficientes. De cómo hay países que demuestran que hay
caminos alternativos. De cómo la familia tradicional, una educación demodé,
nuestra resistencia a la lingua franca y
al extranjero capaz dan lugar al aislacionismo y elevan las barreras para el
desarrollo. Y de cómo México se equivoca al hacer de la corrupción –y no de la
deshonestidad– su decisiva bestia negra”.
Ejemplo del trato que da
Rogozinski a cada uno de esos temas, es lo que dice sobre el idioma inglés:
“México debería imitar a
Finlandia. No debería ser motivo de discusión la incorporación de la enseñanza
del inglés –o la lingua franca que sea– como condición sine qua non para
graduarse de las escuelas primarias y secundarias de México. Ni se trata del
avasallamiento de derechos esenciales –es política educativa –ni representa,
para terminar con las últimas mentes trasnochadas, un renunciamiento a la
soberanía o la aceptación de ninguna claudicación cultural inexistente.
“Incorporar una segunda o
tercera lengua a la formación de los dirigentes, empresarios y trabajadores del
futuro es una necesidad estratégica.
“Lo demás, un absurdo”.
Refiere que en China,
inclusive, el inglés ya es, desde hace años, obligatorio en todas las escuelas
de ese país.
(Extracto del reportaje
que se publica esta semana en la revista Proceso 1874, ya en circulación)