Gabriel Loza Tellería
Para algunos, el ingreso
de Rusia a la OMC marca una victoria concluyente de la doctrina neoliberal
La Organización Mundial
de Comercio (OMC) nació a mediados del siglo pasado bajo las siglas del GATT
(Acuerdo de Comercio y Aranceles, por sus siglas en inglés) y agrupaba a 40
países, la mayor parte capitalistas avanzados con la finalidad de establecer un
proceso de liberación del comercio y la aplicación coordinada de normas y
reglas a nivel multilateral. Después se abrió para incluir a los países en
desarrollo que participaron en forma entusiasta en las Rondas de Comercio. Una
de ellas se hizo en Uruguay, donde logró obtener un tratamiento diferenciado.
Posteriormente, ya en la
etapa del regionalismo abierto y reconvertida a OMC, Bolivia se convirtió en
país miembro en septiembre de 1995. En este período predominó la visión
estadounidense similar al ALCA con nuevos temas como la liberación de los
servicios comerciales, servicios financieros, relacionados con la inversión,
junto con la aplicación de normas ambientales, laborales y especialmente las de
protección a la propiedad intelectual. En los últimos años, la OMC empezó a
estancarse dada la oposición a esos temas por parte de los países en
desarrollo.
Pero es en este nuevo
siglo donde se aprueba el ingreso de China en 2002; y recientemente en agosto
de 2012, de Rusia, la novena economía del mundo, después de 18 años de
negociaciones y de las protestas del movimiento Occupy. La ex Unión Soviética,
que en una época fomentó bloques alternativos de comercio como el famoso
Consejo Económico de Ayuda Mutua (Comecom), terminó siendo el 156 país miembro
de la OMC.
Según el Banco Mundial,
Rusia ganará entre $us 53 mil y $us 177 mil millones por año gracias a su plena
integración al comercio mundial. La inversión extranjera, que ha sido una
prioridad del gobierno de Putin, se dice que aumentará con la entrada a la OMC,
aunque estrictamente no es el ámbito para el tratamiento a la inversión, sino
de los aspectos relacionados con el comercio. Según la BBC, en el caso de Rusia
desaparecerán o serán drásticamente reducidos los aranceles de unos 700 tipos
de productos manufactureros y agrícolas: la tarifa promedio pasará de un 10% a
un 7,4%. Los servicios serán desregulados, entre ellos las telecomunicaciones.
En el sistema bancario se mantendrán algunas limitaciones, como la que
establece que la participación total de entidades extranjeras no podrá exceder
el 50% del sector, aunque por primera vez podrán operar en Rusia bancos 100%
extranjeros.
Pero no todos están de
acuerdo. Según un sondeo de la Public Opinion Foundation, sólo el 21% de los
rusos está a favor de la medida. El senador ruso Sergei Lisovsky advirtió que
“la incorporación a la OMC significa que Rusia va a entrar en una guerra para
la que no está preparada”, especialmente en el sector manufacturero y agrícola.
No obstante, es una
incorporación negociada y gradual, con un largo período de adaptación. Así, las
reducciones arancelarias sólo entrarán en vigor en siete años, y los subsidios
agrícolas se reducirán de $us 9.000
millones a $us 4.400 millones en 2018. Para los defensores a ultranza del libre
comercio, los beneficiarios son los consumidores, y su ingreso marca una
victoria definitiva y concluyente de la doctrina neoliberal.
Sin embargo, para los
pragmáticos, son necesarias las reglas multilaterales del comercio, no
discriminatorias, que otorguen un trato nacional a los terceros países, para
atenuar el predominio de los países poderosos que tratan de imponer sus propias
reglas en forma unilateral y de manera discriminatoria, como en el caso de los
bloqueos y sanciones económicas y comerciales según la antipatía política.
Fuente: La Razón / 25 de
agosto del 2012