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jueves, 27 de septiembre de 2012

Los nacionalismos en la era de la globalización



Joaquín Rábago
Es significativo que en una era de globalización desbocada, con continuas deslocalizaciones de empresas, siempre en busca de mayores beneficios para sus accionistas, sin que importen para nada sus dramáticas secuelas -desindustrialización y crecimiento exorbitante del paro- cobren cada vez más fuerza los nacionalismos. Es una reacción natural de búsqueda de seguridad en medio de un mundo que, aunque cada vez más pequeño gracias a las modernas tecnologías de la comunicación y a cada vez más rápidos medios de transporte, acarrea también cada vez para los individuos mayores incertidumbres.

Se mitifica y romantiza el pasado, se manipulan como mejor convenga las efemérides, se magnifican los agravios sufridos y las diferencias con el otro pueblo, del que se busca la separación. Y se idealizan lo mismo victorias que derrotas. Salvadas, por supuesto, las diferencias, que son inmensas, tenemos en el caso catalán la glorificación romántica de las revueltas de 1640 y 1705: la primera, como ha señalado Pierre Vilar, con dos documentos bien conocidos -la "Proclamación católica" del municipio barcelonés y el lamento popular de los Segadores, que "aluden al recuerdo de un mítico tiempo de prosperidad"-, la Cataluña "rica i plena", pero se refieren también a "desgracias comunes" como el alojamiento de las tropas mercenarias (los tercios reales) en las casas de vecinos con motivo de la guerra con Francia. La segunda, que se saldó con la derrota en 1714 de uno de los dos candidatos a la sucesión al trono, el archiduque Carlos de Austria, frente al primer Borbón, Felipe V, y en la que se olvida que, como dice el citado historiador francés, hubo también muchos felipistas en las clases altas y medias catalanas, y la adhesión popular "no fue evidente".
Cada pueblo elige sus fechas como otra nación, a la que miran mucho últimamente los catalanes como es Escocia, donde los nacionalistas de Alex Salmond están deseosos de romper el yugo que los une a ingleses y galeses desde hace tres siglos. Ocurre que, a diferencia del caso de Cataluña y España, en el Reino Unido son sobre todo los ingleses los que hace ya tiempo que se sienten agraviados económicamente por la unión y se quejan de tener que subvencionar a los escoceses mientras el propio Gobierno británico no hace más que recortar sus beneficios sociales. Escocia, que no tiene poder recaudatorio, sino que recibe el dinero de Londres, financia con él un Estado de bienestar que hace palidecer de envidia a los ingleses.
Con la añagaza de los ingresos del petróleo y gas del mar del Norte, que les hace soñar con convertirse en una nueva Noruega, los nacionalistas escoceses agitan a favor de independizarse de un país al que, paradójicamente, y en eso se diferencian también del caso catalán, han aportado bastantes primeros ministros, desde McDonaldBaldwin hasta la plana mayor del Nuevo Laborismo, con Blair y Brown. Sin olvidar que el actual jefe de Gobierno, Cameron, aunque nacido en Inglaterra, lleva el apellido de un clan escocés.
Fuente: Información de Alicante, España
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