Una mirada al
impacto de las nuevas tecnologías en el universo comunicativo informacional y
la cultura de masas
Indira Pérez Borges
Rebelión
Siglos atrás el británico Francis Bacon,
Barón de Verulam , revelando la atinada visión de un auténtico analista,
declaró: “Información es poder”. En dicha aseveración el célebre filósofo
sintetizaría una de las verdades más legítimas y evidenciables a lo largo de
las distintas etapas que ha experimentado la humanidad y sus sistemas sociales.
Sin lugar a dudas la sociedad
contemporánea, más que cualquier otra, constituye la confirmación de que el
conocimiento de la información se ha convertido en la fuente estratégica de
todo tipo de actividad a nivel social, económica o política; y por
consiguiente, los medios de comunicación son sistemas de conformación de
conciencias, opiniones y actuaciones históricas que, en la mayoría de los
casos, han devenido potentes instrumentos para la real manipulación de las
masas por parte del poder.
Fenómenos tan recurrentes por estos días
como son el proceso de globalización, la interdependencia económica mundial y
la irrupción indetenible de las nuevas tecnologías encuentran sus antecedentes
en el contexto bélico imperante durante la primera mitad del siglo XX.
Las postrimerías de la Segunda Guerra
Mundial darían paso a un nuevo período dentro del sistema económico-político-
social: el neocapitalismo ; marcado esencialmente por la expansión económica,
reconstrucción y desarrollo paulatino de la economía de mercado. Esta
transformación tuvo un impacto inmediato en el sector informativo e ideológico
a escala global.
Con el florecimiento y la renovación que
experimentaba el sector económico se comenzó a percibir una atmósfera de
bienestar individual y colectivo, y por ende cierta satisfacción y conformidad
receptiva por parte del público, consolidando las funciones de responsabilidad
social atribuidas a los medios, así como la buena imagen de estos ante las
masas.
Fue en esta etapa que el “neocapitalismo
informativo” (aplicado al sistema de comunicación, cultural, propagandístico e
informativo) se estableció como un nuevo estrato basado en la polemizada
libertad legal y teórica de expresión. Esta última hipótesis, claro está, no
pasaba de ser una utópica pretensión que pronto mostraría sus demoledores
efectos como arma de doble filo.
Sin embargo se continuaron creando
publicaciones periódicas y promoviendo la circulación de informaciones sobre la
vigilancia y control indirecto por parte del Estado. No fue hasta 1970 que los
cimientos del modelo informativo neocapitalista empezaron a resquebrajarse
hasta caer en una crisis que dio pie a candentes confrontaciones sobre la
conveniencia o no de esta tendencia para los intereses de los dominantes.
¿Informar o no informar…? Ahí esta el
dilema
Eran dos los frentes de controversia que
encabezaban el debate, uno teórico-político, y otro, tecnológico. Los políticos
y teóricos cuestionaban algunos aspectos de la libre circulación informativa,
porque creaban desigualdades regionales importantes en perjuicio de los países
del Tercer Mundo. Por otro lado, la aparición de nuevas tecnologías rompió, con
su sola presencia, el organigrama a que se atenían los neocapitalismos
informativos nacionales.
Múltiples son los conceptos con los que aún
se intenta definir la sociedad y el modelo resultante de esa crisis:
postindustrial, postcapitalista, postsocialista, postmoderna, tecnotrónica, en
fin. Mas donde sí prima el consenso de criterios, es en la idea de que el
avance tecnológico ha marcado un antes y un después dentro del universo de la
comunicación.
Avalancha tecnológica
Las alternativas que ofrecen nuevos medios
tecnológicos tales como el microordenador, los IPod, CD-ROM por láser, la
televisión digital en alta definición, los múltiples servicios de Internet, los
satélites de telecomunicación, entre otros, permiten ejercer un control eficaz
de los medios de comunicación masiva teniendo en cuenta su enorme capacidad de
trascender fronteras culturales, ideológicas y geográficas.
La tecnología ha propiciado la aparición de
medios audiovisuales, redes de comunicaciones casi instantáneas y ha provocado
que el poder de la comunicación se convierta realmente en el poder de controlar
el mundo. La interdependencia y la globalización del mundo no son más que
derivaciones de la implementación de estos avances.
Aldeanos porque sí…
La contemporaneidad se encuentra
sintetizada en la expresión de la “aldea global” del estudioso Marshall McLuhan
. Una red gigantesca que hilvana irremediablemente a cada uno de los lugares
del planeta, todos conectados entre sí intercambiando mercados y capitales,
creando alianzas de poder y movimientos industriales bajo la tan ponderada
fachada de interacción cultural.
Resultaría desatinado pensar que este
término únicamente entraña una connotación negativa, de hecho su fundamentación
teórica, en primera instancia, revela las más auténticas intenciones de
interrelación, colaboración e integración de los pueblos.
Tal como planteó Fidel Castro, el 13 de
diciembre de 1997 frente a la Asamblea Nacional del Poder Popular: “La
globalización es resultado del desarrollo histórico, resultado de la
civilización, de la técnica. Esto se inicia con el encuentro de culturas
diferentes, de civilizaciones distintas.”
Y es que la mundialización, como también se
le conoce, toca todas las esferas de la vida social, ofreciendo oportunidades
que es necesario saber aprovechar, como la difusión de conocimientos, la
unificación sobre bases de igualdad o el intercambio de culturas y tradiciones.
Sin embargo, las grandes transnacionales han encontrado en este fenómeno el
vehículo para incrementar sus capitales y llevar a vías de hecho un plan de
producción mediática con fines de lucro.
Pensemos por un momento, si la
globalización lleva a “todos los rincones del mundo” los descubrimientos y las
influencias de las culturas de las grandes potencias, entonces ¿qué sucede con
esas culturas nacionales que reciben constantemente esas influencias desde el
exterior?
Los medios de comunicación privados, sobre
todo en América Latina, influyen en el consumo de los individuos y en la
identidad colectiva, ya sea creándoles nuevas necesidades o haciéndolos
dependientes a los objetos de consumo y generándoles, de esta manera, el hábito
del consumo. La globalización planetaria provoca la homogeneización y la
fragmentación cultural, efectos que han derrumbado las identidades
tradicionales poco a poco.
“Expande y vencerás”
Los programas informáticos, la música rock,
la Coca Cola, los jeans, las tiendas Mc Donald o la hegemonía de la lengua
inglesa, representan ejemplos de mundialización, su expansión a nivel global
constituye una consecuencia directa de la acentuación del imperialismo cultural
y de la imposición del patrón de vida norteamericano.
Recuerdo que en cierta ocasión uno de mis
profesores de la universidad impartía una conferencia sobre globalización y
consumo en la sociedad capitalista, donde ejemplificaba la estratagema
comercial que aplicaban los dueños del mercado mediante la propagación de una
tendencia musical. Decía que el movimiento hip-hop tuvo una identidad y un
público muy bien definidos hasta que las transnacionales lo comercializaron.
Actualmente las culturas nacionales ya no
son tan nacionales, han perdido valor; los pueblos se han convertido en meros
consumidores de lo exterior. Por ello no es extraño que se piense que lo que
viene de afuera es más importante que lo nuestro, lo nacional. Y en este punto me
refiero también a nuestro país, que no escapa a estos efectos, cuando ocurre
que la mayoría de los jóvenes suelen consumir intérpretes foráneos como Daddy
Yankee, Inna, Shakira, Adele… y no escuchan a Dayani Lozano, Raúl Torres,
Polito Ibáñez, David Torrens u otros talentosos artistas del patio. Por solo
acudir a un ejemplo.
Considero que incluirse en el mercado
mundial en búsqueda de desarrollo, no debe influir en la pérdida de valores
identitarios que representan en definitiva la idiosincrasia, la esencia de cada
nación. Conocer las funciones, efectos y pretensiones de los medios de
comunicación dentro de la sociedad resulta imprescindible; reflejar una postura
crítica y revolucionaria ante el crecimiento mediático y comunicacional
constituye la clave para la supervivencia en la “era de la información”.
Referencias bibliográficas:
Castro Ruz, Fidel ( 1999 ) . Globalización
neoliberal y crisis económica global. Ediciones del Consejo de Estado, La
Habana.
Franco, Jean . La globalización y la crisis
de lo popular. Revista Nueva Sociedad. No. 149. Versión digital.
Ramonet, Ignacio ( 2002 ) . Propagandas
silenciosas . Editorial Ediciones Especiales . La Habana .
Vidal Valdés, José Ramón ( 2006 ) . Medios
y Públicos: un laberinto de relaciones y mediaciones. La Habana . Editorial
Pablo de la Torriente .
Fuente: Rebelión